Teoría: Engels: Una vida revolucionaria

John Green, Artery Publications, Londres 2008

John Green, el autor de este impresionante libro, es digno de encomio por sacar a la luz para los lectores modernos una de las grandes figuras de la historia, Friedrich Engels. El libro de Gustav Mayer sobre el mismo tema, escrito en la década de 1930, y en el que el autor admite basarse, es un excelente trabajo sobre la vida y trabajos de Engels. Sin embargo, el gran mérito de este libro es que “tapa los huecos” que la edición inglesa de Mayer dejó abiertos, especialmente en lo referente a la personalidad de Engels, su evolución y su relación con Marx.

Las ideas del Partido Socialista (en Inglaterra) basadas en el socialismo científico, están identificadas como “marxistas”, pero Engels merece recibir también el sobrenombre de “el gran filósofo del milenio”, como lo recibe el propio Karl Marx. Esto se debe no sólo a que sostuvo a Marx sacrificando sus propias energías para financiar el trabajo de éste, si no también por la gran contribución que hizo a las ideas del materialismo histórico, de la filosofía, de la economía y de otros muchos campos en los que sentó las bases para la moderna lucha del socialismo.

De hecho, en algunos aspectos, Engels se anticipó a Marx en lo que respecta al papel de la clase obrera y el socialismo. Estos conocimientos los había adquirido a través de su experiencia en Inglaterra, especialmente del movimiento cartista al comienzo de la década de 1840, que fue históricamente el primer movimiento independiente de la clase trabajadora. También fue uno, con Marx, analizando las condiciones en las fábricas y creando el ideario económico y filosófico, que son las piedras angulares del marxismo. “Las condiciones de la clase trabajadora en 1844” es un libro maravillosamente escrito, que puede incluso ayudar a iluminar los problemas actuales del movimiento obrero. Además complementa los capítulos de Marx sobre la jornada laboral en el primer volumen de El Capital. Sorprendentemente, fue escrito por un joven de 24 años, procedente de sus experiencias en Manchester, dónde Engels había sido obligado a trabajar en la fábrica de su padre, y que recuerda a la imagen de la China actual. El autor señala que a principios del siglo XIX, “la esperanza de vida en Manchester era alrededor de 26 años, la cifra más baja desde los años de la peste”

Green recrea como Marx y Engels, casi al mismo tiempo, evolucionaron desde la aceptación de la filosofía idealista de su gran profesor Hegel a las ideas del materialismo dialéctico. De hecho, Marx y Engels recuperaron la “dialéctica”, el método de pensamiento que trata de entender todos los aspectos del carácter de los fenómenos y que fue enunciado ya por los antiguos griegos, para refutar el idealismo de Hegel. Ellos “dieron la vuelta al revés a Hegel” y “de estar de cabeza, lo pusieron firmemente sobre sus pies”.

Las ideas, la conciencia, son expresiones de las fuerzas materiales que han dirigido el impulso de la historia, mientras que Hegel consideraba la evolución de la naturaleza, de la humanidad y de las relaciones sociales en base al desarrollo de las ideas. Las teorías de Marx y Engels, ya sea consciente o inconscientemente, son aceptadas hoy por la mayoría de los analistas de la conciencia.

Marx y Engels argumentaron que la economía es el determinante final de la “superestructura política”, el Estado, la política, etc. Esta idea, expresada toscamente por Bill Clinton antes de su elección en 1992 con la frase “es la economía, estúpido”, es también casi dada por sentado en la actualidad. Esto no significa que Marx y Engels tuvieran una estricta posición determinista. Por el contrario, ellos analizaron como el Estado, que es parte de la superestructura política, tiene un efecto y es, a su vez, afectado por el desarrollo de los procesos económicos.

Friedrich Engels aparece en este libro como uno de los más grandes, pero también como una de las figuras más humanas dentro de los socialistas y del verdadero movimiento comunista. De hecho, su apenas esbozada forma de vida, así como su enfoque político, crean en el lector un sentimiento de gran admiración, especialmente para los socialistas y marxistas de hoy que comparten la visión de Engels sobre el futuro. Rompió con sus antecedentes burgueses para colocarse junto a las ideas de la clase obrera, pero también se sacrificó, en el sentido de dar la financiación necesaria para permitir a Marx ejercer su colosal trabajo y sentar las bases, especialmente a través de los volúmenes de El Capital, sobre las que el socialismo científico descansa hoy.

El autor le compara con el Che Guevara y hay algunas indudables y sorprendentes similitudes. Ambos fueron hombres de acción, que rompieron con su pasado privilegiado para ponerse a disposición de la clase trabajadora y de los pobres. Ellos fueron sinceros y valientes, tanto consigo mismo como también con los procesos económicos y políticos que asumieron.

Pero también hubo grandes diferencias en sus personalidades y, especialmente, en la historia de estas dos grandes figuras. El Che Guevara, en el momento de su asesinato, no se había liberado completamente de la caricatura de marxismo propuesta por el entonces “mundo comunista”, que era lo que en realidad era el movimiento estalinista. Él fue sin embargo evolucionando desde sus propias experiencias hasta una crítica de las ideas del estalinismo y casi-estalinismo.

Por otra parte, Engels, si hubiera muerto a la misma edad que el Che Guevara, sería todavía considerado como un gran teórico así como un gran luchador de la clase trabajadora. Friedrich Engels tuvo otra cosa en común con el Che Guevara: participó en las grandes batallas de la revolución de 1848, comandando tropas, por lo que se ganó el apodo de “El General” por parte de Marx, su familia y sus camaradas.

También en el nivel personal, fue Friedrich Engels un personaje admirable. No estaban hechos para él ni el matrimonio forzado ni las relaciones con mujeres con su misma procedencia privilegiada. Desafió las convenciones capitalistas de su tiempo y de su familia, para vivir primero con Mary Burns, que tuvo un profundo efecto sobre su persona en relación con la lucha nacional en Irlanda. Su carácter alegre y su temperamento dieron consuelo y alegría a Engels en los terribles momentos vividos en Manchester para sostener a Marx y a su labor intelectual.

Tan apegado estaba a Mary que cuando ella murió y Marx mostró un cierto distanciamiento a causa de problemas monetarios, se produjo un ligero enfriamiento de su relación, que sin embargo, no duró mucho. Engels mostró preocupación y actuó a favor de la gente con dificultades en los círculos de emigrantes, como los miembros de la familia de Mary Burns y de muchas otras. Tras la muerte de Mary Burns, el hueco en su vida fue rellenado por su hermana Lizzie, que también era una feroz luchadora por la liberación nacional irlandesa.

Algunas de las partes más interesantes del libro se refieren a la colaboración de Marx y Engels en la división de trabajo para el establecimiento de la Asociación Internacional de los Trabajadores (IWA, la Primera Internacional, 1864-76) y la culminación del trabajo de este órgano, en cierto sentido, en la gran Comuna de París de 1871. Debido a su participación en “negocios”, Engels no tuvo un puesto oficial en la IWA ya que esto hubiera proporcionado munición a sus enemigos, en el sentido de que un “capitalista” estuviera involucrado en un órgano enfrentado directamente al capitalismo mismo. Pero su influencia y trabajo tuvieron largo alcance. Esto le propició una amarga oposición por parte del Estado, especialmente el Gobierno alemán de Bismarck, que desplegó un pequeño ejército de espías para controlar y si era posible, estorbar, el trabajo de Marx y Engels en favor del movimiento internacional obrero.

Engels y Marx, como demuestra el libro, argumentaron durante décadas a favor de la independencia política de la clase obrera respecto de la capitalista. Así fue incluso cuando defendieron un apoyo táctico y ‘crítico’ a acciones específicas de los capitalistas en ascenso, por ejemplo, en la revolución de 1848. Ellos lucharon por un partido independiente de la clase trabajadora, en el caso de Inglaterra por casi 50 años. Esta es la misma tarea que tienen ante ellos el Partido Socialista, los socialistas, los sindicalistas y los militantes obreros tras la conversión del Nuevo Laborismo en un partido abiertamente capitalista. La diferencia es que el calendario será mucho más corto por la emergencia de esta formación, como muestran los ejemplos de los primeros pasos dados en otros países: el desarrollo del partido DIE LINKE (la izquierda) en Alemania, la coalición alrededor de SYRIZA en Grecia, etc.

Al insistir en la clase obrera como el principal agente del cambio socialista, Marx y Engels entraron en conflicto dentro de la IWA, como es bien sabido, con los anarquistas dirigidos por Bakunin. El autor se equivoca cuando sostiene que Marx y Engels “subestimaron seriamente el papel de los países socialmente menos desarrollados”. Acredita el apoyo en ese momento a Bakunin y los anarquistas en países como España e Italia por la actitud “excesivamente crítica” de Marx y Engels y por una “sobre concentración en la economía”. Pero la razón real por la que los anarquistas encontraron eco en esos países fue el carácter en aquel entonces de la economía, que estaba relativamente poco desarrollada, con una prevalencia de la industria a pequeña escala y por ello, con la ausencia de una gran clase obrera unida dentro de las grandes industrias.

Este era el estrato social sobre el que el anarquismo podía desarrollarse. Incluso en la Guerra Civil española de la década de 1930, la prevalencia de las pequeñas firmas y, por tanto, la normal dispersión de la clase obrera ayudaron a justificar el apoyo a los anarquistas en Cataluña y en otras zonas. La aparición de la industria pesada ayudó a relegar estas ideas a los márgenes del movimiento obrero.

El trabajo de Engels y la cuidadosa formación de un partido obrero independiente en Alemania, el Partido Socialdemócrata, llevaron a verlo como “el partido socialista de masas más fuerte del mundo”. Engels mismo señaló que incluso las leyes anti-socialistas, introducidas en octubre de 1878 por Bismarck, que de hecho prohibió el partido hasta 1891, fortalecieron en última estancia al mismo: “El señor Bismarck, que ha trabajado para nosotros los últimos siete años como si le estuviéramos pagando por ello, se muestra ahora incapaz de moderarse en su esfuerzo para acelerar la aparición del socialismo”. El autor comenta: “Tiene razón: en 1871 en el Reichstag hubo sólo dos representantes del partido, con un 3´2% de los votos, mientras que en 1890 se subió el número hasta 35 con el 19´9%, pero en 1912, tan sólo 17 años después de la muerte de Engels, el partido obtuvo 110 diputados (de un total de alrededor de 400) con el 34´8% de los votos”.

Sin embargo, este poderoso partido, sin la colosal influencia de Engels tras su muerte, y debido a que los líderes fueron incapaces de seguir de manera constante su método y el de Marx, no estuvo preparado para las enormes convulsiones sociales, la guerra y sus secuelas. En consecuencia, la clase trabajadora pagó un alto precio, incluyendo en última instancia la destrucción de las organizaciones obreras después de la llegada de Hitler al poder en 1933.

Engels, como muestra su historia, estaba preparado para todo tipo de cambios a los que se enfrentaba el movimiento obrero. El autor se equivoca cuando repite alguna de las leyendas sobre la introducción de Engels a “La lucha de clases en Francia”, dónde parece estar argumentando contra las barricadas, que viene a ser el armamento de la clase obrera y la lucha callejera, debido a la nueva situación a la que se enfrenta el movimiento obrero. Esto fue interpretado posteriormente por renegados del marxismo, como Kautsky, en una moda reformista y centrista de reformas parciales y fragmentarias como método único para alcanzar los objetivos del movimiento obrero. Por el contrario, como Trotsky y Lenin señalaron, Engels estaba ocupándose de una fase histórica concreta. Incluso sus palabras son atenuadas, cuando Engels señala más tarde que las barricadas, es decir, la resistencia organizada de la clase obrera frente a la arremetida del capitalismo armado y preparado para destruir los derechos democráticos, son necesarias en algunos casos.

El autor se equivoca también al presentar a los mencheviques (una minoría) en la Revolución Rusa como seguidores de la teoría de Engels de las fases en la revolución; primero “democracia” y después “socialismo”, tras algunos intervalos previamente definidos. Los bolcheviques son por tanto criticados por enfrentarse a las supuestas ideas de Marx en cuanto a que la revolución debería llegar primero. Él escribe: “No podemos permitirles (a Marx y a Engels) estar fuera del asunto completamente. Después de todo, sus ideas fueron la base y permitieron construir el comunismo como fuerza y permitieron las subsiguientes revoluciones”.

Por el contrario, los regímenes desarrollados tras el aislamiento de la Revolución Rusa, como el estalinismo, un régimen totalitario unipartidista, no tenían nada que ver con las ideas de Marx y Engels. Los bolcheviques estuvieron en lo correcto al comenzar la revolución en Rusia, que era el eslabón más débil en la cadena del capitalismo mundial, como Lenin dijo, pero la veían como el comienzo de una revolución mundial. Sólo una exitosa revolución en un país avanzado industrialmente podría haber sido la salvación de la Revolución Rusa. Aislada, Rusia estaba predestinada a volver al capitalismo o a ver el surgimiento de un estado obrero deformado, a pesar de que los bolcheviques nunca imaginaron que la monstruosidad del estalinismo emergiera. Marx y Engels no podían imaginar en el momento en que formulaban sus ideas en el siglo XIX, ni nadie podía, cómo los hechos posteriores se desarrollarían en cada país.

Lo que es valioso en este libro no son los últimos capítulos, sino aquellos que muestran la evolución de las ideas que proporcionan la base del marxismo, las herramientas con las que crear un futuro nuevo socialismo para la humanidad. Friedrich Engels, una enorme figura histórica, debería ser alabado por derecho propio por sus grandes trabajos como “Del socialismo utópico al socialismo científico”, “La revolución de la ciencia de E. Dühring (El anti-Dühring)”, “La guerra campesina en Alemania”, “Contribución al problema de la vivienda” y muchas, muchas otras contribuciones al pensamiento socialista y marxista. Marx fue indudablemente el más grande, reconocido completamente por Engels, para sentar las bases de las ideas que llevarán a una nueva sociedad socialista en el futuro. Pero en sus trabajos, Marx estuvo unido a Friedrich Engels, una gran figura para inspirar y educar a las nuevas capas de luchadores socialistas que están emergiendo.

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