Peter Taaffe comenta dos libros recientes que iluminan la historia de Cuba y la situación actual. socialistworld.net
¿Cuales son las perspectivas actuales de cuba?
La revolución cubana que triunfó sobre el odiado régimen de Batista hace 46 años, en enero de 1959, ha dado para muchas predicciones de su inminente desaparición. Dos nuevos libros, en buen momento, sobre el tema, “Cuba: Una nueva historia” de Richard Gott y “El verdadero Fidel Castro” de Leycester Coltman, desarrollan largamente la explicación de la duración de la revolución pero, al mismo tiempo, los peligros que siguen planteados por la hostilidad implacable del imperialismo de EE.UU., subrayada por la postura adoptada por George Bush en su segundo periodo.
Las conquistas de la revolución, especialmente en las áreas de la salud, vivienda y educación, contrastan favorablemente en las mentes de las masas del mundo neocolonial (particularmente en América Latina), con la lúgrube perspectiva económica abierta ante ellas sobre la base del latifundismo y el capitalismo. El desastre producido por el tsunami asiático podría agravarse en el próximo periodo por un “tsunami económico” mucho mayor en su impacto sobre la economía y como consecuencia sobre las vidas de las masas en las zonas más pobres del mundo.
Los dos autores provienen de polos políticos opuestos. Richard Gott es un izquierdista “observador” de Cuba por largo tiempo, mientras que Leycester Coltman fue el embajador británico en. Coltman murió poco después de entregar su libro a los editores y no tuvo la oportunidad suficiente para corregir su manuscrito. Pero no es menos valiosos que el excelente resumen de Gott de la historia de Cuba y de la revolución y su penetrante análisis de la situación allá ahora. Los dos son muy objetivos y tienen muchos aspectos en común, Gott entrega información muy valiosa de los eventos históricos de Cuba, particularmente del papel de la esclavitud, la raza, y la población negra, mientras Coltman ilumina la evolución política de las figuras dominantes de la revolución.
Para los socialistas el valor de estos libros es que subrayan el análisis que el Marxismo ha hecho de la revolución y de sus progresos. De lo que se trata no es de discusiones destempladas sobre “fraseología” sino del verdadero carácter de la revolución cubana, las clases sociales implicadas, y si el estado que resultó de ella es un “modelo” de los gobiernos que los socialistas deberían defender en la transición del capitalismo al socialismo. Muchos, no solamente no marxistas, sino incluso quienes reclaman que argumentan desde una posición marxista e incluso trotskista, insisten en que Cuba desde la aurora ha sido “socialista” y dejan la cuestión allí. Esto es aceptar que una revolución social, que indudablemente tuvo lugar en Cuba, con la eliminación del capitalismo y el latifundio internacional y nacional, por si misma garantiza el carácter socialista y la evolución de un régimen.
Sin embargo el descrédito de los regimenes estalinistas de Europa del Este y la Antigua Unión Soviética, con la elite burocrática que dominaba esas sociedades pasando al capitalismo con tan poca dificultad como la un hombre pasando de un vagón de fumadores a otro de no fumadores en un tren, indica la debilidad de esta aproximación. Los antiguos regimenes Estalinistas en Europa del Este y la Unión Soviética también eran descritos como socialistas por sus apologistas.
Socialismo y democracia
Cuba y Castro no pueden agruparse simplemente con esos regimenes Estalinistas crueles, o con los burócratas grises que ejercieron una brutal dictadura sobre las masas. Desde sus comienzos, como comenta Gott, la revolución cubana fue “salvajemente popular”. El gobierno de Castro probablemente sigue siendo apoyado por la mayoría del pueblo cubano hoy en día. Aún más, Castro, Che Guevara y el Movimiento 26 de Julio, contrastan favorablemente con los estalinistas serviles impuestos en la mayoría de los países de Europa del Este poco después del establecimiento de las “democracias populares” en las secuelas de la Segunda Guerra Mundial.
No solo la revolución sino también los líderes de Cuba eran “crecidos en casa”, desplegando gran valor e iniciativa, cualidades ajenas al conservadurismo del funcionariado, ya sea que dirija un estado estalinista o el movimiento obrero en la más desarrollada sociedad capitalista. Además, Castro y Guevara, a pesar de su dependencia económica de la Rusia Estalinista, a veces estuvieron en desacuerdo con sus patrones, especialmente en política exterior. Por ejemplo, Gott muestra que tanto Castro como Guevara sinceramente invocaron la idea del internacionalismo en defensa de la revolución, especialmente tratando de extenderla a América Latina, aunque con políticas y métodos erróneos, que se demostraron abortivos y que llevaron a la muerte trágica de Guevara en Bolivia, en 1967.
Castro, como nos informa Gott, en ocasiones también desafío a la burocracia Rusia. Ellos estaban indignados con las “improvisaciones” de Castro al intervenir decisivamente en Angola en apoyo al MPLA en 1976, por ejemplo. La derrota de las fuerzas del apartheid en la batalla de Cuito Cuanavale, hecha posible por la intervención de las fuerzas cubanas, como comentó Nelson Mandela subsecuentemente, fue “una derrota decisiva del ejercito racista [y] una victoria para toda África. Destruyó el mito de la invencibilidad del “opresor blanco”.
Tan importante como este y otros ejemplos de la iniciativa y empuje de los líderes cubanos, es como los dos libros muestran como el carácter de la lucha contra Batista, y las fuerzas participantes, fueron decisivas en la evolución de la revolución, sus figures dirigentes y su estado, desde el comienzo. Por ejemplo, el carácter exacto de las posiciones políticas de Castro, antes y durante la lucha contra Batista y posteriormente, han sido fuente de contenciosos y debates entre el Comité por una Internacional de Trabajadores (CIT) y algunos adherentes acríticos a la revolución cubana, como el Democratic Socialist Party (DSP) en Australia.
Ambos autores muestran que Castro no era un Marxista conciente en esa época. Coltman comenta que en el famoso discurso de Castro después del fallido ataque a las barracas del Moncada en 1953, “la historia me absolverá”, en el que “iba a convertirse en el texto más sagrado del régimen comunista, no hay mención alguna de Marx, Lenin o siquiera la palabra socialismo”.Gott señala que mientras José Martí, una inspiración para los revolucionarios cubanos, fue un luchador heroico de la liberación nacional de Cuba, era hostíl a las ideas del socialismo. Sin embargo, “Cuba bajo Castro se transformó en un país comunista donde el nacionalismo era más significativo que el socialismo, donde la leyenda de Martí se mostró más influyente que la filosofía de Marx”.
Incluso poco después de la revolución en 1959, cuando visitaba los EE.UU. y hablando ante estudiantes en Princeton, Castro atribuyó su victoria al extendido odio a la policía secreta de Batista, como al hecho que los rebeldes “no habían predicado la guerra de clases”. Los defensores de Castro atribuyen estas palabras a “tácticas diversionistas”, calculadas para engañar a la opinión pública, especialmente a la burguesía y pequeña burguesía liberales y al imperialismo. Los mismos motivos son adscritos a la invocación del régimen de Franklin D Roosevelt’s en los EE.UU., en los años 1930, como un “modelo” para Cuba. Pero incluso si este fuera el caso, lo que es altamente dudoso, muestra la falta de entendimiento de los revolucionarios cubanos de los métodos y las fuerzas sociales requeridas para hacer una revolución socialista, que deberían ser los actos más conscientes en la historia humana.
La clase trabajadora y los campesinos pobres tienen que estar preparados no solo para el derrocamiento del capitalismo sino para el tipo de estado y de gobierno que pueden abrir con éxito el camino al socialismo. Para lograr esto requieren un alto nivel de comprensión, particularmente por la clase trabajadora de las tareas antes y después de la revolución. Esto no puede conseguirse escondiendo o rebajando el programa socialista. No solamente en países económicamente subdesarrollados como Cuba, sino también en los países más desarrollados, Europa, Gran Bretaña, los EE.UU., Japón, el problema de la burocratización aparecerá después de la revolución. Esto está indicado por el hecho que hoy día en todas partes el problema del control desde arriba por dirigentes conservadores y antidemocráticos es un cáncer sobre el movimiento de trabajadores, incluido los países “desarrollados”. Los niveles culturales más altos en esos países permitirán, a través de la participación masiva, acceso a la tecnología etc. Posibilidades mayores de derrotar el burocratismo que en sociedades culturalmente deprimidas, como era Cuba en 1959. Pero métodos claros para desterrar el burocratismo serán necesarios desde el comienzo.
Como mostró la revolución rusa de 1917, esto requiere no solo un vuelco económico y social sino también formas de organización políticas, democracia obrera para impedir el crecimiento de la elite burocratica, como parte de este proceso. Además, debe ser internacional o nada, o como Rusia mostró, la degeneración burocratica seguira a continuación. Pero, nuevamente como indicó Rusia, solo si la clase trabajadora es clara y visiblemente el organizador, gestionador y controlador de su propio estado es posible convocar la simpatía y el apoyo consciente entre la clase trabajadora de otros países.
Guerrillerismo y el papel de la clase trabajadora
Desafortunadamente, la revolución Cubana no fue conscientemente de la clase obrera, ni por los objetivos de los mismos revolucionarios o en las fuerzas que controlaron el estado en el primer periodo y posteriormente. Gott entrega algún material interesante sobre el papel asignado a la clase trabajadora cubana, el proletariado urbano, como diferente de las masas campesinas, y particularmente sobre los planes de “huelga general revolucionaria”. Gott nos informa que: “Desde los primeros días de la Sierra [montañas], siempre que el eventual colapso del régimen de Batista estaba en debate, la noción de una huelga general revolucionaria, estaba alta en la agenda”. Él deja claro, sin embargo, que esta idea de una huelga general y el papel de la clase trabajadora en general, eran consideradas auxiliares al principal foco de las guerrillas en las áreas rurales y las montañas. Después de una huelga general inicial fracasada, es cierto que la clase trabajadora en La Habana y otras ciudades recurrió a otra huelga general, pero esto fue cuando el destino del régimen de Batista estaba sellado; el dictador estaba abandonando el país y las guerrillas rurales estaban por entrar a las ciudades. Además, entonces y después, la concentración sobre las masas rurales campesinas, se transformó en la filosofía política guía de los líderes de la revolución, especialmente Castro y Guevara.
La tragedia se debe a las conclusiones erróneas que sacaron de su experiencia. Las circunstancias únicas de la revolución cubana fueron generalizadas y aplicadas a situaciones completamente diferentes. Una de las razones fueron los métodos golpeadores y aparentemente exitosos empleados por las guerrillas, que contrastaban con la quietud y las fallidas políticas de Frente Popular de los diferentes partidos estalinistas de América Latina, en los primeros meses de después del triunfo de la revolución; Guevara declaró: “El ejemplo de nuestra revolución para América Latina y las lecciones que implica han destruído todas las teorias del café. Hemos mostrado que un pequeño grupo de hombres resueltos, con el apoyo del pueblo, y sin temor de morir si es necesario, pueden enfrentarse a un ejercito regular disciplinado y derrotarlo completamente”. El mismo Castro declaró que Los Andes, que se extienden a lo largo virtualmente de la totalidad de América Latina, podría transformarse en otra Sierra Maestra de la revolución latinoamericana. Estas teorias se pusieron a examen en el Congo y en Bolivia donde fracasaron.
Si hubiese vivido, el heroico Che Guevara, quien siempre se esforzó por ser objetivo y honesto acerca de las dificultades, como con los éxitos y las oportunidades, podría haber reexaminado sus opiniones sobre la primacía de la lucha guerrillera, especialmente en un continente como América Latina donde la mayoría de la población estaba urbanizada. Cuando fue asesinado a sangre fría por los sicarios del régimen boliviano, se le encontró en sus bolsillos una copia de uno de los trabajos de León Trotsky.
El intento de extraer lecciones universales de lo que fue la experiencia única de Cuba iba a desorientar y complicar los problemas de la izquierda internacionalmente y, en particular, en América Latina. Para los que aplicaron con éxito los métodos guerrilleros, los revolucionarios Cubanos, esto quizá era entendible, ¿pero que se puede decir de Trotskistas, o pretendidos Trotskistas, que acriticamente los adoptaron? El CIT y sus predecesores, al mismo tiempo que saludaban la revolución cubana, mostraban las debilidades fundamentales del estado y las consecuencias que se derivarían de ellas. Esto no tiene nada en común con aquellos, algunos de los cuales reclamaban una bandera trotskista, que atacaban a Castro o Guevara y su gobierno de la manera más personalizada en el primer periodo.
Nosotros apoyamos cada paso de la revolución que, bajo la presión de la oposición de Cuba y especialmente del imperialismo de EE.UU., se vio forzada, paso a paso, como Got tuna vez más ilustra gráficamente, a expropiar al capitalismo.
El periodo inicial de vacilación durante la presidencia de Dwight Eisenhower en los EE.UU. dio paso a una implacable hostilidad. A mediados del año 59, seis meses después de la victoria de la revolución, los EE.UU., mediante la CIA, estaban preparando el derrocamiento del régimen de Castro. Como resultado de un golpe de la reacción, que provocó un contragolpe de la revolución Cuba fue impulsada a romper con el latifundismo y el capitalismo.
Sin embargo, solamente en la víspera de la invasión de Bahía Cochinos, en abril de 1961, como dice Gott, Castro “anunció por primera vez el carácter especificamente socialista de la revolución”.
No más de lo que vislumbro el mismo Castro cuan lejos iría en su ruptura con el capitalismo y el imperialismo, lo hizo la burocracia rusa en sus más altos niveles. El líder soviético de entonces, Niñita Krushchev, escribió en sus memorias: “Cuando Fidel Castro condujo su revolución a la victoria, y entró a La Habana con sus tropas, no teníamos idea del curso político que seguiría su régimen”.
De acuerdo con Coltman, nadie menos que el Che Guevara consideraba que Castro, durante la lucha guerrillera en la Sierra, representaba la “izquierda burguesa”. Cuando el gobierno de Batista usó la correspondencia de Raúl Castro en la que admiraba a Stalin, para denunciar a los rebeldes como “comunistas”, Castro le gritó a su hermano: “Odio al imperialismo Soviético tanto como al imperialismo Yanki”
Sin embargo, los acontecimientos iban a impulsar a Castro en brazos del “imperialismo Soviético”, dando forma finalmente al régimen político que construyó. El 40% de los cubanos eran analfabetos en la época de la revolución y eso fue completamente eliminado durante un año de campaña de alfabetización. El sistema educacional mejoró hasta el punto que no tenía paralelo en América Latina, y gratuito para todos. El mismo progreso se hizo en salud y vivienda. Los instintos igualitarios de la revolución fueron también obvios en las medidas que se tomaron en beneficio de los pobres, mientras se esperaba que los ministros del gobiernos aceptaran drásticas disminuciones en sus salarios.
Al mismo tiempo, no había control directo por las masas del estado que estaba siendo construído. El gobierno era inmensamente popular y las masas eran “consultadas”, pero sobretodo por mitines de masas y métodos plesbicitarios. En encuentros de medio millón a un millón las masas podían declarar “Si” o “No”, pero no gobernar mediante el tipo de métodos que Lenin y Trotski buscaron implementar en el primer periodo de la revolución rusa (1917-23)
Parcialmente, como resultado de esto, Castro zigzagueo, de un error a otro. Estos dos libros documentan bien este proceso. El llamado internacionalista, condensado en la brillante Segunda Declaración de La Habana, en la que Castro llamó a los pueblos de América Latina a levantarse en insurrección contra sus gobiernos, fue en respuesta a los intentos del imperialismo de aislar a Cuba. Castro recordó más tarde, de acuerdo con Coltman, que la burocracia rusa estaba indignada: “Tu no puedes imaginar la tremenda reprimenda que recibimos de los soviéticos. Se oponían totalmente a nuestro apoyo al movimiento revolucionario”.
Incluso estos llamados, fueron retirados a medida que el gobierno de Castro se hacía más y más dependiente de los subsidios financieros y la asistencia militar provista por el Estalinismo Ruso. El asesinato de Guevara en Bolivia, en Bolivia en 1967, puso fin al apoyo abierto a la revolución internacional. En su lugar vino el choqueante apoyo dado por el régimen cubano a los tanques que Leonid Brezhnev envoi para sofocar la “Primavera de Praga” en Checoslovaquia, en 1968.
Gott resume el dilema de Castro y del castrismo en general: Cuando los revolucionarios cubanos asumieron la conducción del país estaban perdidos. Eran esencialmente pragmáticos. Primero trataron una cosa, después otra, importaron economistas extranjeros, intentaron la sustitución de importaciones, buscaron la diversificación, nacionalizaron todo lo que estaba a la vista, escucharon los cantos de sirena de los que sugerían la autarquía económica. Finalmente, se volvieron hacia la Unión Soviética, la fuente de innumerables consejeros, mucha tecnología fresca y aparentes cantidades de dinero sin limite”.
¡El que paga al gaitero escoge la melodía! Alexander Dubcek, el líder Estalinista liberal de Checoslovaquia en 1968, con su filosofía de un “socialismo con rostro humano”, a los ojos de Castro lo “había hecho mal”. El apoyo de Castro a la contrarrevolución Estalinista en Checoslovaquia, sin embargo, fue un colosal golpe que habían levantado la revolución cubana como la alternativa socialista democrática al “Comunismo Estalinista”. Entre ellos, según comenta Gott, estaban los trotskistas, los partidarios de la tradición anti estalinista del Comunismo” que sufrieron un “golpe” significativo. Esto se refiere, principalmente, a aquellos trotskistas que apoyaban al Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional (SUCI), pero al CIT, que ha mantenido una posición consistente de apoyo a la economía planificada pero crítica de un régimen no basado en el control y gestión democrático de los trabajadores.
Política Exterior
Los autores tratan ampliamente las distintas fases experimentadas por Cuba en los años 70 y 80. El desastre de nacionalizar incluso pequeñas tiendas y empresas, la sobre dependencia de la producción de azúcar, la fijación de objetivos de producción azucarera arbitrarios e imposibles, y muchas otras torpezas en la escena doméstica, son cubiertos con algún detalle.
También hay capítulos extremadamente importantes sobre la política exterior del estado cubano, incluyendo el papel que jugó Castro en la contención del régimen Sandinista de Nicaragua a completar la revolución. Castro dejó sus intenciones absolutamente claras inmediatamente después que el odiado dictador nicaragüense hubiera sido derrocado: “Las cosas en Nicaragua no van a ser exactamente lo mismo, ni nada parecidas, de lo que son en Cuba”. Aconsejó a los Sandinistas, algunos de los cuales pasaron tiempo en La Habana, y a los que Castro había apoyado políticamente y financieramente en el exilio, buscar un modus vivendi con la oposición burguesa y con los EE.UU. La consecuencia final de esto fue la derrota de los Sandinistas, la relajación de las conquistas de la revolución, y como un subproducto el aislamiento de Cuba.
Vuelcos similares se llevaron adelante en Grenada, como la derrota de otros partidarios de Cuba, como Michael Manley en Jamaica; Mientras en el periodo inicial de la revolución cubana, Castro había estado motivado para extender, aunque de manera confusa, la revolución a América Latina, su principal preocupación posteriormente fue proteger los intereses del estado cubano, incluso si esto significaba desviar, o perder, oportunidades revolucionarias.
Estos retrocesos fueron seguidos poco después por el colapso del Estalinismo en Europa del Este y en Rusia, lo que resultó en una catástrofe económica para Cuba. En 1989, 30 millones de toneladas de combustibles fueron importadas de la Unión Soviética (a precios muy favorables). Un año más tarde, la cifra cayó a solo 9,9 millones de toneladas. La tendencia hacia abajo se mantuvo y en 1993, Cuba recibió solo un poco más de un cuarto de lo que había recibido cuatro años antes. Cuando buscó sustitutos en el mercado mundial pagó un precio inmensamente superior, pagable solamente en dólares de EE.UU. Cuba dependía en un 80% de su maquinaria de la Unión Soviética, que a su vez adquiría el 63% de las exportaciones cubanas de azúcar, 95% de sus cítricos, y 73% de su níquel.
Casi de un golpe, todo esto se terminó, y la maliciosa burocracia Estalinista Rusa, ahora en proceso de pasar al capitalismo, infligió un colosal daño económico a Cuba. El PIB en Cuba cayó un 2,9% en 1990, 10% en 1991, 11,6% en 1992 y 14,9% en 1993. La desnutrición, desconocida desde el triunfo de la revolución, se extendió. Las conquistas históricas de educación y atención médica gratuita se preservaron, pero un programa de austeridad brutal fue infringido sobre las grandes masas de la población.
Por primera vez desde la invasión de Bahía Cochinos, la amenaza de la contrarrevolución, el retorno de los ex latifundistas y capitalistas basados en Miami, y la dominación del imperialismo norteamericano, se aproximaron. Castro se vio obligado a volverse hacia el turismo y, de acuerdo con Gott, “el monopolio estatal sobre el comercio exterior fue abolido en 1992, y la Constitución fue enmendada para permitir la transferencia de propiedad estatal a inversiones conjuntas con socios extranjeros”. Esto sería algo exagerado, incluso en 2004, de acuerdo con la Cámara Cubana de Comercio, “las operaciones de importación y exportación son realizadas por empresas cubanas y otras entidades debidamente autorizadas por el Registro Nacional de Exportadores e Importadores adjunto a la Cámara de Comercio… Estas empresas pueden requerir autorización del Ministerio de Comercio para efectuar sus operaciones… Hasta la década de los 80, las operaciones de comercio exterior eran realizadas por cerca de 30 empresas estatales. Actualmente, más entidades participan en actividades de comercio exterior, entre ellas empresas estatales y compañías con un carácter mixto”,
El Instituto Lex comenta “que el comercio exterior fue descentralizado con 350 empresas autorizadas a importar y exportar bajo su propia decisión”. Esto podría desautorizar el punto de Gott, pero Cuba sigue manteniendo barreras no arancelarias significativas, y el gobierno inspecciona y aprueba la mayoría de las importaciones, Los oficiales de aduana también confiscan importaciones (especialmente bienes escasos como los electrónicos) para su propio uso, y así la corrupción encuentra sanción oficial. Yendo al punto central, “el estado produce la mayoría del rendimiento económico y emplea la mayor parte del trabajo. De acuerdo con la ONU el sector industrial en Cuba está dominado por grandes empresas estatales. Cerca del 90% de las instituciones productivas están dirigidas directamente por los ministerios y el resto por el gobierno”.
De acuerdo con informes de “Economist Intelligence Unit”, el estado emplea el 75% de la fuerza laboral. La inversión extranjera está permitida sobre una base de caso a caso, pero “toda inversión pasa por el estado, y se requieren autorizaciones para todo negocio. La Constitución cubana pone fuera de la ley toda propiedad extranjera de propiedad inmobiliaria y bienes inmuebles.
Esto demuestra que, aunque severamente debilitados, los principales elementos de una economía planificada, y del estado basado en ella, un estado obrero deformado, todavía existe en Cuba. A principios de los años 90, sin embargo, todas las señales apuntaban a una implosión masiva, con los cubanos derechistas exiliados en Miami salivando ante la perspectiva de reclamar tierras y edificios en una Cuba capitalista. George Bush Jr. Les prometió que los conduciría en una procesión masiva a La Habana, cuando Cuba retornara al redil del capitalismo.
Perspectivas
El Acta Helms-Burton Act incrementó la presión económica sobre Cuba. Se prohibió a los ciudadanos norteamericanos visitar el país. Esto ayudó a profundizar la oposición a los EE.UU. dentro de Cuba mientras Castro se levantó sobre el empecinamiento del nacionalismo cubano, así como sobre los beneficios y las conquistas de la revolución. En 1991 cuando un grupo de Estalinistas rusos de línea dura derrocaron a Mijail Gorbachov mediante un golpe y prometieron el retorno al estalinismo, una economía planificada pero con una dictadura ejercida por la burocracia, Castro, como algunos marxistas en Gran Bretaña, tuvo ilusiones que esto podría resultar. Pero, debido al descrédito del estalinismo, y con la desintegración de la economía planificada, incluso si los lideres del golpe hubieran llegado al poder, esto no hubiera estado garantizado. La única alternativa a la vuelta al capitalismo es la democracia obrera. A final de cuentas, esta también es la elección que tiene Cuba también.
En 1994-95, Cuba consiguió detener el declive precipitado. Desde entonces ha sido capaz de tomar de vuelta el camino del crecimiento económico, para el 2004 había llegado al nivel que tenía en los años 90. Castro había sido capaz de desafiar, según parece, las más aventuradas predicciones sostenidas en libros y titulares como “Las horas finales de Castro”. Con la dolarización de Cuba, autorizada en agosto de 1993, el dólar pasó a ser la principal moneda extranjera de Cuba para comerciar bienes y servicios, como había sido en los primeros años del siglo XX. El peso cubano se mantuvo en uso para pagos de salarios, para todas las adquisiciones racionadas, y las transacciones internas del gobierno.
Este fue un severo golpe para el orgullo revolucionario y abrió divisiones en la sociedad cubana, entre aquellos con acceso al dólar, en la industria turística por ejemplo, y partidarios de la revolución, funcionarios dedicados, doctores y funcionarios asalariados del gobierno. Esto ha provocado el crecimiento de una elite privilegiada. Al mismo tiempo, el cambio en la ley garantizando pequeñas actividades empresariales ha tenido un efecto significativo en la creación de una pequeña burguesía relativamente prospera en las áreas urbanas. Cooperativas agrícolas reemplazaron las antiguas haciendas estatales, lo que llevó a la disminución del sector agrícola del estado de 75% de la economía agrícola al 30% en 1996: Esto ha llevado a que a esas cooperativas se les garantice el uso de la tierra, aunque técnicamente permanece en manos del estado, y particularmente decidir que producen. Ellas recibieron autonomía administrativa, eligen sus propios directivos, controlan sus cuentas bancarias, y pudieron vincular los salarios con la productividad. Como muchas reformas similares introducidas por regimenes estalinistas en Europa del Este, la antigua Unión Soviética y China, esto a provocado el florecimiento de un sector capitalista.
Si no hubiese sido por el mantenimiento del embargo de EE.UU. por Clinton y ahora por Bush, esto podría haber ido mucho más lejos. Castro maniobró durante los años 90 para mantener los principales elementos de su régimen, una economía planificada supuestamente con “democracia participativa”. En realidad esta “democracia” a lo más llega a la consulta de las masas antes que a poner el control y la gestión en sus manos. Al mismo tiempo, Castro ha flirteado con la iglesia, incluyendo una visita del Papa, y últimamente a jugado con la profundización del nacionalismo cubano, incluyendo cierto romanticismo de la influencia de España, el colonialismo y la cultura cubana, incluso de la época de la esclavitud. Hoteles usados en el pasado por gangsteres en la Cuba prerrevolucionaria dan la bienvenida a los turistas extranjeros con fotografías de los “buenos tiempos pasados” del capitalismo rampante. Como señala Gott, el país ha abrazado la “herencia cultural” con todo el entusiasmo de “los post modernistas en Occidente”. Él alerta que “esta cultura de selectiva nostalgia nacionalista sin duda ayudará a alimentar la ineluctable deriva hacia un futuro capitalista”.
Sin embargo, esto probablemente es un poco prematuro, dadas las recientes acciones del régimen cubano contra el dólar, una cierta recentralización de la economía, y una determinación de enfrentar las nuevas amenazas de Bush, incluyendo las amenazas militares contra Cuba hechas desde la reelección de Bush, el pasado noviembre. En cierto sentido, Bush es la mayor arma en la armería de Castro, con el ataque contra el dólar vinculado con la intensificación de las sanciones de EE.UU, contra Cuba.
Al mismo tiempo, el régimen Chino ha hecho una entrada significativa en América Latina con acuerdos con el gobierno de Lula en Brasil, y ahora con Cuba. El gobierno cubano ha descrito esto como “asociación estratégica”. Una aproximación similar ha sido hecha por China hacia Venezuela. Esto puede dar al régimen de Castro un respiro vital adicional.
Por todas estas rezones, Cuba retendrá su importancia en la política mundial, especialmente en lo que se refiere a los países de América Latina, pero el país también tendrá una cierta resonancia en África y Asia, como ha tenido en el pasado.
Respecto a la amenaza del retorno al capitalismo, Gott sostiene lisamente: “El cambio ya ha tenido lugar”. Por las razones explicadas más arriba, esto parece una exageración en esta etapa. Sin embargo, el pueblo cubano está ante dos elecciones, las mismas que han existido desde el comienzo de la revolución. Una es la vuelta al capitalismo, con todas las catastróficas consecuencias que eso significa. Esta no es simplemente una idea teórica. La realidad de lo que esto significaría para Cuba, está ejemplificado por la desintegración social que existe en los antiguos regimenes estalinistas de Europa del Este. El otro camino es la democracia obrera, una regeneración de la revolución cubana, que una vez más puede transformarse en un faro, esta vez del socialismo y la democracia de trabajadores, para las masas oprimidas en todas partes.
Para hacer esto posible, Cuba debe “abrirse”, no al capitalismo sino a una real y genuina democracia de trabajadores. Ya se han alzado voces en Cuba que urgen a reexaminar el papel de Trotski y sus ideas de socialismo democrático y liberador como opuesto al Estalinismo. Celia Hart, una hija de uno de los líderes de la revolución Cubana, según parece ha llegado a conclusiones trotskistas y ha llamado a los partidarios de la revolución a hacer lo mismo. Esto significaría el fin del monopolio de un partido, elecciones Justas a genuinos consejos de trabajadores, con el derecho de todos, incluidos los trotskistas, a participar en las elecciones, control estricto sobre los ingresos, y el derecho de revocar a los funcionarios electos. Si estas medidas fueran introducidas, esto marcaría un punto de viraje, no solo para Cuba sino para la lucha revolucionaria en todas partes.
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