Los golpes no son cosa del pasado, hay que estar preparados
mundosocialista.net
Meses ya han pasado desde la noche del 28 de junio cuando el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, fue secuestrado y deportado en un golpe militar organizado y apoyado por los partidos de la derecha, el poder judicial y la iglesia católica del país.
Sólo diez familias en Honduras controlan 90% de la economía, mientras 59% de la población vive con menos de $2/día. Zelaya, originalmente del partido liberal (¡que apoya el golpe!), enojó a estos capitalistas y a los políticos derechistas cuando, bajó la presión de las masas empobrecidos, empezó a girarse hacia la izquierda en el 2007.
Aumentó el salario mínimo y comenzó a adoptar una posición más cercana al presidente Hugo Chávez de Venezuela. Quería entrar en la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) y reducir el precio de los combustibles formando una alianza con el Petrocaribe de Venezuela. Pero el colmo era la intención de llevar a cabo una encuesta que iba a plantear la posibilidad de convocar una Asamblea Constituyente para cambiar la constitución. Sabiendo que el pueblo lo apoyaría, la derecha optó por un golpe militar.
A pesar de las protestas constantes, numerosas rondas de diálogo y la condenación general de todas las organizaciones internacionales, el gobierno golpista encabezado por el presidente del Congreso, Roberto Micheletti, se mantiene.
ASR en Bolivia y el CIT a nivel mundial rechaza totalmente la dictadura y se solidariza con el pueblo hondureño, en particular, con los miles de trabajadores, campesinos y jóvenes revolucionarios que han luchado en contra de la dictadura, sufriendo la represión brutal y hasta la muerte en varios casos.
Sin embargo, queda claro que simples protestas y condenaciones internacionales no son suficientes para derrumbar a la dictadura de Micheletti. La clase trabajadora junto con los campesinos rurales necesitan hacer una huelga general y bloqueos para parar la economía hondureña y atacar a los capitalistas donde más les duelen, en sus bolsillos.
Los movimientos sociales deben exigir la restauración inmediata del presidente Zelaya pero no debe limitarse a su programa liberal. Después de derrumbar la dictadura, se debe luchar por la convocación de una Asamblea Constituyente Revolucionaria, constituido por representantes de los movimientos sociales, los sindicatos, organizaciones de campesinos y otros sectores de la izquierda para escribir una nueva constitución y avanzar la lucha por un sistema verdaderamente democrático, anti-capitalista y socialista.
Al mismo tiempo, los movimientos sociales en Bolivia y toda América Latina debe sacar las lecciones del golpe y verlo como un gran aviso: los golpes militares no son una cosa del pasado sino de la clase capitalista desesperada de mantener su control y privilegio económico. Si caímos en el sueño bonito pero utópico e imposible de la “revolución pacífica y democrática”, eventualmente caeremos bajo el mando de un golpe militar. Todas las luchas del pasado, especialmente en Bolivia y América Latina nos enseñan esto.
Por eso, mientras somos la gran mayoría y tenemos el poder, debemos aplastar a la oposición neoliberal, derrumbar el capitalismo y construir el socialismo. Si no lo hacemos, tarde o temprano el balance de fuerza cambiará y cuando los capitalistas tengan el poder, no esperarán ni un segundo para aplastar a los movimientos y recuperar su control político. De una cosa se puede estar seguro: no lo harán de una manera “pacífica y democrática”.
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