Medido según los parámetros del Producto Interno Bruto, muchos países ya han anunciado que han dejado atrás la recesión, lo que era de esperar tarde o temprano ya que tras dos años de caída de las tasas de crecimiento, la base de comparación era cada vez más reducida. Salir de la recesión en términos técnicos significar volver a tener crecimiento positivo del PIB respecto al periodo anterior. Algunos países han ‘salido’ de la recesión con crecimiento de 0.01%
Sin embargo, si por recuperación se quiere decir pleno empleo, o siquiera una situación como la anterior a la crisis financiera internacional, con muchos países con cifras de desocupación importantes, seguimos en plena recesión en las principales economías.
En EEUU la noticia de que el aumento de la desocupación subió al 10,2% pone en riesgo las señales de recuperación, que han ventilado sistemáticamente los grandes medios de comunicación. Solamente en octubre desaparecieron 190 mil empleos, además el alza de la desocupación se asoció con las cifras de mejora de la productividad que en realidad reflejan despidos y aumentos de los ritmos de trabajo en las empresas. Bastaron estas informaciones para que se acelerara la devaluación del dólar, y el precio del petróleo experimentara una caída en los mercados internacionales, mientras el precio del oro, tradicional activo de refugio, aumentaba.
Hay que recordar que el consumo interno que constituye el componente más importante del PIB en Norteamérica y que como resultado de la crisis, el consumo ha disminuido fuertemente, lo que se expresa en un salto de las tasas de ahorro del 2% al 7%, fuertemente marcadas por la restricción del crédito y los esfuerzos de las familias endeudadas por devolver préstamos de consumo e hipotecas, para no perder sus hogares y activos.
La onda expansiva de pánico financiero internacional provocada por el anuncio de postergación de pagos de la deuda extranjera de corto plazo del pequeño emirato de Dubai, por 59 billones de dólares, subrayan que el sistema financiero internacional sigue débil, y el carácter poco sólido de la recuperación económica.
El enorme paquete de estimulo chino junto con la política monetaria blanda y de bajas tasas del gobierno de EE.UU., y los fondos de inversión buscan desesperadamente inversiones que les permitan recuperar en parte sus perdidas y recuperar su atractivo para los inversores, han provocado numerosos casos de crecimientos inorgánicos de los precios de los activos, muchos basados en corrientes de créditos que se invierten en la búsqueda de ganancias especulativas. Los mercados bursátiles emergentes están pasando por subidas del tipo ‘burbuja’, aumento de precios sin relación con el valor real de los activos, las gigantescas inversiones especulativas han provocado la subida exponencial de las materias primas, de compañías que los explotan como mineras y petroleras, y de muchas bolsas de países subdesarrollados, ahora rebautizados como ‘emergentes’. Pero el destino de las burbujas irremediablemente es estallar, de allí el pánico que se propagó con rapidez, y la necesidad de otros estados y grandes bancos de aparecer respaldando a Dubai, para dar seguridades.
Muchos economistas capitalistas siguen poniendo sus esperanzas en China y Asia como futuros motores de la economía internacional reemplazando el papel de EE.UU. y Europa Occidental. Sin embargo, a pesar de que las cifras de recuperación y crecimiento de la economía china siguen siendo muy altas, especialmente si se considera que estamos en medio de una situación recesiva internacional, en el último año sus exportaciones han caído en un 20%. Al tiempo se están multiplicando las presiones políticas por la revaluación del yen, lo que ayudaría a disminuir el déficit comercial de comercio exterior de Estados Unidos, que amenaza volverse inmanejable, pero de hacerse efectiva encarecería las exportaciones chinas, cuya caída ya ha provocado el cierre de miles de fabricas, y situaciones sociales explosivas, en un país que no cuenta con sindicatos independientes, ni un sistema de seguridad social suficiente para hacer frente al desempleo, especialmente de los millones de trabajadores provenientes del campo a la ciudad.
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