Otro varapalo para el gobierno del PP.
Dos millones de personas llenaron las calles de Barcelona el pasado martes 11 de septiembre en la marcha independentista que tuvo lugar con motivo de la celebración de la Diada. Esta manifestación y el auge masivo del nacionalismo cargado de sentimientos antimadridistas es un nuevo varapalo para el gobierno de Rajoy y supone un nuevo revés en sus intentos de imponer políticas de austeridad y estabilizar a los insaciables mercados. Las declaraciones previas de Rajoy haciendo comentarios despectivos sobre las aspiraciones nacionales de Catalunya fortalecieron sin duda la determinación de la multitud de personas que acudieron a la manifestación.
Dicha manifestación fue fuertemente promovida por el gobierno de CIU a través del control que ejerce sobre la Assemblea Nacional Catalana, que era quién convocaba oficialmente, y sobre los medios de comunicación públicos de Catalunya. El gobierno de CIU utiliza el nacionalismo como una carta más en la partida que mantiene con el gobierno del PP en Madrid, mientras que al mismo tiempo aplica unas medidas de austeridad sobre los trabajadores catalanes que incluso exceden a las que vienen desde el gobierno central.
La manifestación tuvo una composición amplia con la participación de muchos sectores de la sociedad catalana, lo que la dota de un carácter contradictorio que en cierta manera es un reflejo de muchos de los procesos que están teniendo lugar en su interior. Cabe resaltar que algunas organizaciones de izquierda se desmarcaron de la manifestación y convocaron otra con una participación mucho menor mostrando su desacuerdo con la convocatoria principal al carecer esta de reivindicaciones sociales.
Sin embargo, sería erróneo y alejado de la realidad interpretar la manifestación como un éxito atribuible a CIU. De hecho, gran parte del éxito de la marcha está basado en una oposición frontal a las medidas de austeridad que han sido impulsas tanto por el gobierno de CIU como por el del PP. En cualquier caso el gobierno de CIU en ningún momento ha apostado claramente por la independencia y siempre ha mantenido una posición ambigua sobre el tema, utilizándolo como una amenaza en sus demandas a Madrid con el objetivo de conseguir un pedazo más grande del pastel para la clase dirigente catalana.
Los argumentos de CIU, que se podrían resumir en el repetido “España nos roba”, son sólo una táctica divisoria destinada a contentar a su base social, sacando cínicamente provecho de las auténticas aspiraciones nacionales de muchos catalanes, al mismo tiempo que les sirve como cortina de humo para esconder los brutales recortes que continua aplicando. En cierta manera, esta estrategia se ha vuelto en su contra hasta el punto de que la demanda explícita de una Catalunya independiente ha ido más lejos del punto en le cual ellos se sienten cómodos.
El masivo movimiento contra los recortes tiene también su expresión dentro del movimiento nacionalista. De esta manera, el auge de los sentimientos nacionalistas ofrece grandes oportunidades para el desarrollo del movimiento obrero y muestra un profundo descontento en Catalunya no sólo por las estructuras del estado español, sino también por las del capitalismo.
Pero a su vez, también presenta peligros como son la fragmentación de la lucha de clases a través de diferentes frentes nacionales o las ilusiones de que la independencia en si misma es una manera de resolver los problemas de los trabajadores catalanes. De ninguna manera habrá una solución a la crisis sobre la base de un estado independiente capitalista. La única solución a la crisis radica en la unidad de la clase obrera catalana con la de las otras regiones y nacionalidades del estado español y aún más allá, con la del resto de Europa. En este sentido, la vinculación por la autodeterminación a la lucha contra los recortes y el capitalismo es la clave, y resulta evidente que esta no es posible bajo el control de CIU o de otros partidos capitalistas catalanes.
El crecimiento del sentimiento independentista es innegable y tiene sus raíces en problemas históricos que continúan sin resolverse y que vuelven a florecer a la luz de la crisis capitalista mundial. Defendemos los derechos democráticos de Catalunya, incluido el derecho de autodeterminación, así como los derechos democráticos de las poblaciones minoritarias. El camino a seguir es la lucha unida entre los trabajadores catalanes y los trabajadores del resto del estado, con el objetivo de una Catalunya socialista como parte de una federación democrática socialista para todo el estado español y para toda Europa en su conjunto
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