Gran Bretaña: La insurgencia Corbyn 2.0

Ahora terminemos el trabajo

Jeremy Corbyn parece estar en camino de ser reelegido líder del Partido Laborista en septiembre. Pero la airada lucha de la derecha laborista contra él, muestra que no puede haber compromiso con representantes del capitalismo en el Partido Laborista. Terminemos esta vez el trabajo de transformar realmente el laborismo en una partido socialista y anti-austeridad, argumenta Hannah Sell en el número de septiembre de Socialism Today (Socialismo Hoy).

La lucha dentro del Partido Laborista está alcanzando niveles de guerra civil. La mayoría anti-Corbyn del Grupo Parlamentario Laborista (PLP en sus siglas en inglés) y la maquinaría laborista está realizando una campaña sucia y desesperada para intentar recobrar el control de la situación. Se enfrentan a un movimiento de la clase trabajadora y la gente joven que ha entrado en la escena de la historia y están haciendo oír sus voces. La “burbuja de Westminster”, que ha pasado décadas aceptando complacientemente recortes y privatizaciones, de pronto se siente amenazada por los “bárbaros a las puertas”. Primero toda la clase capitalista fue sacudida por el referéndum sobre el Brexit, y ahora los intentos de ‘acabar con Corbyn’ están siendo obstaculizados por una gran ola de apoyo al líder laborista que ha desbordado los límites comunes de la política.

Los mítines más grandes de la izquierda en décadas han tenido lugar en Liverpool, Hull, Leeds, Bristol y otras grandes ciudades. De las 275 reuniones locales del Partido Laborista para nominar candidatos, hasta ahora 234 han nominado a Corbyn, y en muchas participaron cientos de personas. Esta ‘segunda ola’ que ha venido en defensa de Corbyn es incluso mayor que la primera. También incluye un número mayor de personas trabajadoras junto con la importante capa de ‘profesionales’ jóvenes radicalizados que dominaron la primera ola.

Todas las fuerzas de ‘establishment’ capitalista, dentro y fuera del Partido Laborista, se encuentran detrás del movimiento para intentar derrotarlo. El respaldo de la Corte de Apelaciones de las decisiones antidemocráticas del Comité Ejecutivo Nacional (para evitar que 130.000 nuevos miembros que se unieron al Partido Laborista después del 12 de enero puedan votar en las elecciones internas) es simplemente el último ejemplo del apoyo que los capitalistas están dispuestos a dar a la derecha laborista. Tampoco se han terminado los intentos de manipulación. En sólo 48 horas un número increíble de 183.000 personas pagaron las 25 libras necesarias para convertirse en simpatizantes laboristas oficiales. Se ha informado, sin embargo, de que más de 40.000 de estas personas van a ser excluidas del voto. Las razones para esto aparentemente incluyen la temeridad de haber descrito a los parlamentarios pro-Blair como ‘traidores’ en las redes sociales. Se han prohibido todas las reuniones locales del Partido Laborista excepto las de nominación. Varios grupos locales que apoyan a Corbyn han sido cerrados basándose en acusaciones falsas.

Con lo lejos que la derecha está dispuesta a ir para tratar de ganar sería equivocado ser complaciente con el resultado de esta elección. Los medios capitalistas están prácticamente haciendo una campaña sin fisuras por el candidato anti-Corbyn, Owen Smith. En un intento desesperado por apelar a los simpatizantes de Corbyn radicalizados, ha tomado un tono marcadamente a la izquierda, incluso declarando que defiende una ‘revolución socialista’. Esto se ha combinado con un llamamiento descarado a votantes por la permanencia en la Unión Europea con su llamamiento por un segundo referéndum sobre la cuestión. El principal punto de su campaña, sin embargo, es que Corbyn es ‘inelegible’ y que ha divido el Partido Laborista, así que la vía para un gobierno laborista es votar por Smith.

Algunas capas podrían responder a esta ofensiva de los medios. Sin embargo, hasta ahora la derecha no parece haber encontrado ningún medio para tener probabilidades de evitar la reelección de Corbyn. Su victoria, especialmente por un amplio margen, alegraría a cientos de miles que se han unido en la batalla contra los pro-Blair. Pero será el principio, no el fin, de esta lucha. No hay ninguna posibilidad de que la derecha acepte a Jeremy Corbyn como líder, como han aclarado ellos mismos. El anteriormente consejero de Blair, John McTernan, lo expresó sin tapujos: “Las revoluciones son inevitablemente sangrientas y, sin ninguna duda, retomar el Partido Laborista de las manos de Jeremy Corbyn y John McDonnell requiere una revolución”. Elementos como McTernan son los verdaderos ‘entristas’ en el Partido Laborista, al apoyar no la revolución sino la contra-revolución. Este es también el hombre que recientemente demandó a los ‘tories’ que “aplastara al sindicato ferroviario de una vez por todas” (Telegraph, 10 de agosto). McTernan no debería pertenecer en un partido fundado por los sindicatos para defender los derechos de la mayoría, la clase trabajadora.

La esencia de la lucha dentro del Partido Laborista es sobre la clase cuyos intereses va a defender – los de la clase trabajadora mayoritaria en la sociedad y la clase media sin esperanza en el futuro, o el 1% capitalista. La derecha utilizará cualquier medio necesario para convertir al laborismo en una herramienta fiable para los intereses capitalistas. Sin embargo, en este momento parece no tener muchas posibilidades de éxito sea cual sea el medio empleado. Avanzan a tientas mientras se tambalean con el terremoto de la clase trabajadora radicalizada que osa interferir en “su” partido y amenazar sus carreras.

Su desesperación ante esta situación se hizo notar en un artículo en el Financial Times (24 de julio) del parlamentario Jon Cruddas, argumentando que “el paralelo histórico más próximo (…) no se encuentra en Westminster sino en Berlín en 1918”, refiriéndose a la Revolución Alemana. Aquí compara a los parlamentarios anti-Corbyn con “Friedrich Ebert (que) lideró el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y al movimiento de apoyo a Jeremy Corbyn con los espartaquistas, incluyendo a Rosa Luxemburgo y Karl Kautsky, (quién) reclamó (su legitimidad) del movimiento obrero, los comités de fábricas y los consejos obreros”. Y añade que “Ebert finalmente soltó a los Freikorps contra los líderes de la insurrección”, con el resultado del asesinato tanto de Luxemburgo como de Karl Liebknecht. Esto no quiere decir que proponga el asesinato como salida a la situación del Partido Laborista, sino su patente estado de desesperación.

¿Una escisión a la derecha?

Existe la posibilidad de que la derecha se escinda del partido y forme otro nuevo después de las elecciones por su liderazgo. El propio Smith declaró: “Creo que lo más probable es que el partido se divida si Jeremy gana esta elección”. Por supuesto en este momento nadie va a admitir que esté planeando esa escisión. Pero esto siempre pasa en situaciones de guerra: todos los bandos hablan sobre la paz hasta el momento en que se declara.

Por eso es sorprendente la claridad con la que la derecha del laborismo está considerando la posibilidad de una escisión. Se informó de que Stephen Kinnock estuvo en el centro de una discusión para que 150 parlamentarios rompieran con el laborismo y fundaran un nuevo partido. En esta situación el nuevo partido, llegara o no a reclamar el nombre de “laborista” para sí, sería capaz de convertirse en la oposición oficial y, por lo tanto, conseguir 4 millones de libras al año en fondos para el parlamento. Kinnock está considerando una división en el corto plazo porque le podría dar la oportunidad de establecer un nuevo partido de ‘centro-izquierda’ (es decir, pro-capitalista) antes de las elecciones generales.

Sin embargo también es posible que la derecha dude y permanezca en el partido con la esperanza de derrocar a Corbyn en algún momento en el futuro, y algunos podrían salir del partido mientras otros se quedan. Como dijo George Eaton en el New Statement: “Muchos piensan que las luchas internas del partido solamente se resolverán a través de unas elecciones generales.” Lo que quiere decir es que si Teresa May convocara elecciones generales, derrotaría a Corbyn y forzaría su dimisión.

Estas son esperanzas vanas porque no es posible predecir si May convocará elecciones anticipadas o no. Es improbable que siga siendo Primera Ministra hasta 2020, y debido a la extrema debilidad de su gobierno y las profundas divisiones en el Partido Conservador que solamente ha logrado cubrir temporalmente, dudará antes de ir a unas elecciones inmediatas. Aquí es fundamental el voto sobre el Brexit. La estrategia actual de los capitalistas es prolongar el proceso tanto como sea posible y esperar a que surja la oportunidad para hacer una retirada del Brexit. Pero este no es un eslogan con el que May podría presentarse a unas elecciones generales.

A pesar de las actuales encuestas de opinión que ponen a los “tories” a la cabeza, el otro problema es que Jeremy Corbyn podría ganar las elecciones generales si lucha por un programa claramente a favor de la clase trabajadora. Este es un escenario de pesadilla para la clase capitalista, particularmente con el telón de fondo de una crisis económica que empeora, ya que podría abrir el apetito de la clase trabajadora por una alternativa a la austeridad. Como resultado, este gobierno se vería presionado a tomar medidas radicales que podrían amenazar al sistema capitalista.

Ningún compromiso con la derecha

Incluso si la derecha permanece temporalmente en espera de que su situación cambie, no significaría ni siquiera una vuelta a la tregua armada que existía hace un año. Ha comenzado una guerra civil que ahora se tiene que librar hasta al final, y casi por encima de los deseos de sus protagonistas individuales. El segundo líder del Partido Laborista, Tom Watson, ha subrayado el tipo de medidas por las que lucharía la derecha y que haría mucho más fácil que ésta siguiera teniendo el control. Estas incluyen que el PLP eligiera al gabinete en la sombra (lo que dejaría a Jeremy Corbyn aislado y rodeado de un equipo de derecha), y la vuelta al antiguo sistema de elección del líder por voto colegiado dando un tercio del voto a los parlamentarios y parlamentarios europeos laboristas. Pero se enfrentan a enormes dificultades para implementar este programa, debido al cambio del balance de fuerzas dentro del Partido Laborista. También tienen pavor a que haya contra ellos, uno por uno, un proceso de deselección. Por lo tanto la derecha podría ser empujada por los acontecimientos al camino de la escisión, a pesar del temor de que el nuevo partido pro-capitalista tenga una base social limitada.

Lo que es esencial es que esta vez, al contrario que después de la primera victoria de Corbyn, no hay intentos de la izquierda para comprometerse con los blairistas. En su lugar el movimiento de apoyo a Corbyn necesita organizarse y construirse para consolidar y extender las victorias que se han conseguido. Se debe adoptar un programa claramente pro-austeridad, que los parlamentarios laboristas deben aceptar como condición para pertenecer al PLP. Esto se debe combinar con una introducción de reselección obligatoria, para permitir a las organizaciones locales del Partido Laborista decidir democráticamente sobre quién se presenta al parlamento en su nombre. El congreso del sindicato UNITE aprobó una moción propuesta por un miembro del Partido Socialista demandando la reselección obligatoria, y UNITE debería ahora hacer campaña para que esto se apruebe en el próximo congreso del Partido Laborista.

La izquierda que teme que esto podría resultar en una escisión a la derecha del Partido Laborista debe enfrentarse a lo que supone evitar esta escisión: una completa capitulación a los elementos pro-capitalistas del Partido Laborista. Nada satisfará a la derecha. Solamente si consiguen salirse con la suya, con sus carreras protegidas y, lo más importante, con el Partido Laborista completamente confinado al marco capitalista de austeridad, privatizaciones y guerra, consentirán en permanecer en el partido con la izquierda.

Algunos en la izquierda intentan negar esta realidad, argumentando que el laborismo siempre ha sido una iglesia amplia y que ‘las facciones en disputa’ de alguna manera llegarán a un compromiso. Es cierto que durante la mayor parte de la historia el laborismo ha sido esta ‘iglesia amplia’, un partido capitalista de trabajadores. Mientras que su dirección defendía los intereses de la clase capitalista tenía una masa de miembros predominantemente de la clase trabajadora, que a través de sus estructuras democráticas era capaz de tener influencia en el partido. Las carreras de esta dirección de derechas dependían de esta militancia trabajadora y estaban obligados, aunque a regañadientes, a tomar nota de sus puntos de vista. Especialmente durante el periodo de crecimiento posterior a la Segunda Guerra Mundial, existió la base material para esta alianza, ya que el capitalismo se vio forzado a conceder reformas a la clase trabajadora.

Pero este periodo se terminó hace mucho tiempo. Incluso antes del principio de la crisis económica mundial de 2008 los derechos de la clase trabajadora duramente ganados estaban sistemáticamente amenazados, incluso cuando el Nuevo Laborismo estaba en el poder. Blair y sus simpatizantes habían conseguido transformar el Partido Laborista en un partido que actuaba fiablemente a favor de los intereses de la clase capitalista. Un ejemplo de este carácter diferente del Partido Laborista es la diferencia de actitud en las guerras de Vietnam e Iraq. El Primer Ministro laborista Harold Wilson no pudo enviar tropas a Vietnam para apoyar al imperialismo norteamericano, a pesar de sus deseos. Blair, por el contrario, fue capaz de decirle a George Bush: “Estaré contigo pase lo que pase”. Además el congreso laborista de 2004 también apoyó a Bush, mostrándose impermeable a la mayor manifestación anti-guerra de la historia de Gran Bretaña que había tenido lugar el año anterior y votando con una mayoría aplastante a favor de la ocupación de Iraq.

Refundar el laborismo

La elección de Jeremy Corbyn representa un desatasco crucial del que puede surgir la oportunidad de crear un partido de masas de la clase trabajadora. Tenga o no el nombre de laborismo, esto sería un gran paso adelante. Los marxistas deben hacer todo lo posible para ayudar a desarrollar esta fuerza. Un partido como este, especialmente en sus primeros días, sería aún una ‘iglesia amplia’ en el sentido de que inevitablemente contendría grupos con diferentes enfoques políticos. Pero lo importante, sin embargo, sería la unidad contra la austeridad y a favor de medidas para mejorar las vidas de la mayoría, la clase trabajadora y la clase media.

Esta sería una genuina ‘alianza progresiva’, pero no una alianza con fuerzas pro-capitalistas como los Liberales Demócratas, como ha sugerido el periodista de izquierda Paul Mason. Por el contrario, esto significaría unir a todos aquellos dispuestos a firmar un programa claramente anti-austeridad. Se podría hacer un llamamiento a los Verdes, a organizaciones socialistas incluyendo al Partido Socialista y TUSC (Coalición de Sindicalistas y Socialistas), sindicatos no afiliados y organizaciones locales, para afiliarse a la misma plataforma para presentarse en las elecciones, manteniendo el derecho a su propia identidad. Esta es la ‘base federal’ sobre la que se formó originalmente el Partido Laborista. Volver a una versión moderna de éste sería un gran paso adelante y podría potencialmente recuperar los casi cinco millones de votantes, en su mayoría de la clase trabajadora, que el laborismo perdió entre 1997 y 2010. Muchas de estas personas pasaron a la abstención, otros protestaron votando al UKIP, los Verdes, y en algunos casos al TUSC, en el cual participa el Partido Socialista.

En los primeros días del Partido Laborista, el Partido Socialista Británico (uno de los precursores del Partido Comunista) estaba afiliado al Partido Laborista y el famoso marxista escocés John McLean se presentó como candidato parlamentario bajo la bandera laborista en 1918 (también era por entonces cónsul escocés en Rusia). Hasta 1925 los miembros del Partido Comunista podían tener doble militancia. Y hasta la victoria de Blair había un número significativo de fuerzas marxistas y trotskistas en el Partido Laborista. Cuando la Tendencia Militante, ahora el Partido Socialista, fue expulsada avisamos de que éste sería el paso previo al desastre, y que el proceso terminaría con la expulsión de la voz de la clase trabajadora.

Es muy positivo que Jeremy Corbyn parece generalmente estar de acuerdo con este enfoque, y correctamente describió el tramposo dosier de Tom Watson como “una tontería” en The Observer (14 de agosto). Y añadió: “Solamente podemos ganar unas elecciones generales ganando a la gente que no vota o que vota a otro partido. Si alguien ha desarrollado su vida política para ser un miembro del Partido Laborista, incluso aunque hayan sido alguna vez miembros de Liberales Demócratas, o Verdes o algo, está bien. Bienvenidos a bordo”. Sobre la posibilidad de que el Partido Socialista se afiliara al Partido Laborista declaró: “Estoy deseando conversar con Peter (Taffee, secretario general del Partido Socialista) en algún momento”.

Sin embargo, un Partido Laborista refundado no podría ser solamente la unión de fuerzas políticas de izquierda, por importante que esto sea. También sería vital restaurar los derechos de los sindicatos dentro del partido. Un aspecto central de la destrucción de las estructuras democráticas laboristas ha sido la disminución del papel de los sindicatos. El Partido Laborista fue fundado por sindicalistas para crear un partido específico de la clase trabajadora. Hoy los sindicatos siguen siendo las organizaciones democráticas más numerosas en Gran Bretaña, con más de 6 millones de personas. La acción colectiva de los sindicatos ha sido el medio principal por el que la clase trabajadora ha sido capaz de luchar contra la austeridad. Si la dirección de TUC (Confederación de Sindicatos) hubiera estado dispuesta a convocar huelgas coordinadas contra la austeridad, empezando con una huelga general de 24 horas, hubiera tenido el poder de derrocar al gobierno. Aun así los sindicatos no han tenido una voz política durante décadas. Restaurar su papel no significaría una réplica exacta de su “voto en bloque” del pasado, que ejercía de forma antidemocrática la dirección de los sindicatos, sino una voz realmente democrática y colectiva del sindicato, con la participación activa de sus militantes. La reconstrucción de una sección joven masiva y democrática de laborismo también se plantearía.

Escisiones en función de clase

Descartar que una división en el Partido Laborista se dé en función de clases es la verdadera utopía. Imaginar, como desgraciadamente hace parte de la dirección de Momentum, que de alguna manera Jeremy Corbyn conseguirá permanecer como líder laborista hasta 2020, con una oposición de la derecha apaciguada, es engañarse a uno mismo. Hay precedentes de escisiones en el laborismo que fueron diseñadas en última instancia para proteger los intereses de la clase capitalista. En 1981 la escisión para formar el Partido Socialdemócrata (SDP) no hizo mucho por la carrera ministerial de los que dejaron el laborismo, pero tuvo un importante papel para la clase capitalista. Al tomar el 11,5% de los votos en las elecciones generales de 1983, junto con la Guerra de las Malvinas, contribuyó a la derrota del Partido Laborista y el segundo mandato de Thatcher.

1931 fue un caso diferente, cuando 15 parlamentarios laboristas, liderados por el Primer Ministro laborista Ramsay MacDonald, se separaron para formar un gobierno nacional con liberales y conservadores, que implementaron ataques salvajes contra la clase trabajadora. Sin embargo esto contiene un número de lecciones importantes para la actualidad. Como es sabido, se le pidió a Herbert Morrison, el abuelo de Peter Mandelson, que permaneciera en el Partido Laborista en lugar de irse con los traidores para defender los intereses del capitalismo dentro del partido. Sin duda, incluso si una gran mayoría del PLP se va del partido, ésta no sería una división químicamente pura. Parte de la derecha del laborismo permanecerá en un partido liderado por Corbyn por las mismas razones que lo hizo Morrison. Por lo tanto, aún sería necesario que Corbyn y sus simpatizantes demanden a todos los parlamentarios laboristas que permanezcan que firmen un programa anti-austeridad.

Muchos simpatizantes laboristas temen que una escisión debilite al partido. Pero de hecho sería lo contrario. Es cierto que al menos en principio habría menos parlamentarios laboristas en Westminster, pero un grupo de parlamentarios que consistentemente hagan campaña contra la austeridad y defienda a los trabajadores en lucha hará mucho más para fortalecer la lucha contra los tories que 232 parlamentarios ‘laboristas’ de los que la mayoría votan a favor de la austeridad, la guerra y privatizaciones.

Un Partido Laborista refundado y anti-austeridad podría ganar rápidamente apoyo electoral, como demostró la victoria en enero de 2015 de Syriza en Grecia, que se había presentado entonces con un programa anti-austeridad, y el crecimiento en apoyo de la izquierda en España. No se puede hacer una comparación exacta pero el porcentaje de votos ganados al laborismo en elecciones parciales desde 1931 hasta 1935 fue del 13,5%. En 1931 el voto laborista cayó en casi dos millones comparado con los dos años anteriores, pero para las elecciones generales en 1935 sus votos volvieron a los niveles de 1929. Esto, por supuesto, fue reflejo de la rabia ante la gran traición de Ramsay MacDonald y compañía. Sin embargo, en esencia el papel de un nuevo partido de ‘centro izquierda’ no sería diferente del grupo Nacional Laborista de MacDonald, porque también haría bloque en el parlamento con un gobierno tory débil contra Corbyn y la clase trabajadora.

El impacto de un partido de izquierda

Se ha intentado demostrar con una encuesta de la empresa YouGov (2 de agosto) la imposibilidad de una escisión, pero ésta no lo hace en absoluto. La encuesta sugiere que si la derecha dejara el partido y Corbyn mantiene el nombre de laborismo la izquierda recibiría un 21% del voto, mientras que si es la izquierda la que se va, y la derecha mantiene el nombre de Partido Laborista, la izquierda recibiría el 14% de los votos. La relativamente pequeña diferencia entre las dos cifras refleja cómo se ha minado la lealtad tradicional al laborismo durante décadas, dejando actualmente una ‘lealtad a la marca’ muy baja. Obviamente, 21% es preferible a 14% pero en estas circunstancias la última cifra sería un buen comienzo para construir un nuevo partido alrededor de un programa anti-austeridad.

Este partido podría ganar apoyo electoral rápidamente ofreciendo una alternativa a los eternos recortes, privatizaciones y miseria. Por el contrario, Brown y Miliband mostraron que hay un apetito muy limitado por un Partido Laborista que ofrece “austeridad light”, básicamente una versión aguada de las políticas conservadoras. Pero incluso si un Partido Laborista de derecha llega al poder, ¿para qué les serviría? Si es implementar políticas en interés de la clase capitalista esto no contestará a los intereses de la mayoría de la sociedad.

Por el contrario, un partido liderado por la izquierda, mantenga o no el nombre de laborismo, sería capaz de avanzar los intereses de la clase trabajadora desde el primer día y, por lo tanto, ganar apoyo electoral. Owen Smith ha dibujado la línea entre él y Corbyn como una línea entre el cambio que viene de “dentro del parlamento o de fuera”, añadiendo: “Antes de tener el derecho a voto (…) estaba bien sacudir nuestros puños entre los barrotes. Tan pronto como lo conseguimos era nuestro trabajo ir alrededor de los barrotes y tomar el poder desde dentro. Quizá algunas de las razones por las que Jeremy, desde mi punto de vista, no ha trabajo tan duro para mantener la unión del Partido Laborista es que él no lo ve como algo importante. En realidad para él es más importante construir un movimiento en el país”. (Camden New Journal, 4 de agosto).

En primer lugar, Smith no tiene ninguna prueba en absoluto para asegurar que Jeremy Corbyn no se preocupa por las elecciones. Pero también es un completo cretinismo parlamentario sugerir que no se ha conseguido ningún cambio desde la introducción del sufragio universal que no sea a través del parlamento. Los ejemplos son ilimitados: fue la huelga en la factoría de Ford en Dagenham la que forzó las leyes sobre igualdad de salarios a través del parlamento; fue la amenaza de huelga la que forzó la liberación de estibadores encarcelados en 1972. Y fueron las 18 millones de personas que se negaron a pagar el “poll tax” la que quitó su sillón a Margaret Thatcher y obligó al gobierno de John Major a abolirlo.

Para resumir su idiotez, una de las películas del grupo de derecha “Salvemos el Laborismo” empieza declarando que las manifestaciones nunca han cambiado nada. El eslogan fue sobrescrito sobre dos manifestaciones en Liverpool: una en apoyo a Corbyn, la otra era la masiva manifestación de 1984 en apoyo al gobierno local. El ayuntamiento entonces laborista, en el que simpatizantes de Militant jugaron un papel central, lograron 60 millones de libras del gobierno tory y fue capaz de construir 5.000 viviendas sociales, abrir seis nuevas guarderías, cuatro institutos, seis centros de ocio y mucho más. No podría haber sido capaz de hacer esto solamente aprobando leyes en el pleno del ayuntamiento. Sin embargo, una posición decidida en el pleno combinado con manifestaciones masivas, huelgas del sector público y las huelgas de los mineros que se estaba produciendo en ese momento forzó al gobierno a dar concesiones serias.

El año siguiente los ayuntamientos de Liverpool y Lambeth fueron derrotados debido a la traición de Neil Kinnock y la dirección del Partido Laborista. Sin embargo, sus logros aún siguen de pie. Fue un error que Jeremy Corbyn, que apoyó la lucha del ayuntamiento de Liverpool en ese momento no se haya referido a él cuando se dirigió a las masas en el reciente mitin de Liverpool y hasta ahora no ha tomado una posición inequívoca demandando que los ayuntamientos laboristas rechacen implementar recortes. Y todo esto a pesar de que los congresos de los sindicatos UNITE y GMB demandaron que los ayuntamientos establecieran legalmente presupuestos sin recortes.

Imaginemos que después de casi una década de recortes locales salvajes que han dejado los presupuestos locales como media 40% más bajos que en 2008, un número de ayuntamientos – quizás solamente un puñado – rechazara implementar recortes y se mantuvieran firmes como Poplar, Liverpool, Lambeth y Clay Cross hizo antes que ellos. E imaginemos que esos gobiernos locales tuvieran el apoyo del partido de Jeremy Corbyn en el parlamento, fuera cual fuera su nombre. Una lucha como esta, teniendo en cuenta toda la rabia acumulada contra los presupuestos locales, sería enormemente popular. No solamente podría ganar, sino que un desafío organizado a los “tories” podría forzar unas elecciones generales en las que se podría plantear que llegara al poder el partido de Corbyn. Esto es solamente un ejemplo de cómo un partido de izquierda en el parlamento, incluso si inicialmente tiene un número modesto de representantes en el parlamento, podría actuar como una voz para la clase trabajadora y el movimiento anti-austeridad, cambiando de esta manera el equilibrio de fuerzas en la sociedad en la dirección de la clase trabajadora.

Enfrentarse al capitalismo

El Partido Socialista apoya enérgicamente a Jeremy Corbyn en esta batalla contra la derecha, y cada paso positivo tomado. Pero también queremos empujar el movimiento más a la izquierda y avisamos de las retiradas que podrían llevar en etapas posteriores a derrotas.

El programa de elección de 2016 de Jeremy Corbyn tiene muchos puntos positivos que atraerán a la clase trabajadora y son potencialmente muy populares, incluyendo un salario mínimo de 10 libras por hora, construcción de un millón de viviendas (la mitad de ellas viviendas sociales) y la introducción de controles de precios de alquileres en el sector privado. Sus promesas de renacionalización de los ferrocarriles y de terminar con las privatizaciones de servicios sanitarios también tendrán un atractivo muy amplio. También es bienvenida la idea de un banco nacional de inversión con 500.000 millones de libras para gastar en inversiones públicas y que serían pagadas con un incremento en impuestos a las “mayores rentas”. En su entrevista a “The Observer” (14 de agosto) Jeremy repitió su apoyo a la eliminación de tasas universitarias y la reintroducción de una beca para el mantenimiento de estudiantes.

Sin embargo al mismo tiempo ha retirado su demanda de nacionalización de las compañías energéticas, y ahora solamente pide una “mayor participación comunitaria”. Desgraciadamente, su llamamiento por una renacionalización de los ferrocarriles está limitada al fin de las concesiones, lo que significa que después de cinco años de gobierno laborista solamente dos terceras partes de los ferrocarriles estarían en manos públicas. Corbyn tampoco ha demandado claramente la renacionalización de la industria del acero a pesar de su enorme necesidad. Esto refleja una falta de voluntad para sacar todas las conclusiones acerca de lo que es necesario para defender los intereses de la clase trabajadora; de desafiar, en lugar de aceptar, lo que el anteriormente consejero económico de Corbyn, David Blanchflower ha llamado “las realidades del capitalismo y del mercado moderno” (“The Guardian”, 2 de agosto). Blanchflower ahora apoya a Smith.

Los capitalistas resistirán vehementemente un papel mayor del estado y un incremento de los impuestos. Para implementar incluso el modesto programa de Corbyn, por lo tanto, se necesitaría ‘acciones extra-parlamentarias’, es decir, la movilización de la clase trabajadora en apoyo de las políticas del gobierno.

El programa actual de Jeremy Corbyn es un paso adelante en comparación con las políticas pro-capitalistas de los anteriores líderes laboristas. Aún carece de un programa completo socialista, pero los acontecimientos plantearán la necesidad de un programa como éste. La experiencia de Syriza en Grecia, donde los líderes de un partido anti-austeridad capitularon ante la presión de las grandes empresas y que ahora están implementando recortes, muestra que desafiar a la austeridad está vinculado con la lucha por el socialismo. La austeridad interminable y el crecimiento de la desigualdad no son accidentes: fluyen de las necesidades del capitalismo, donde los beneficios de unos pocos han sido restaurados a costa de la mayoría. Sin embargo, la enorme ventaja de la creación de un partido de masas de los trabajadores, que está ahora en la agenda, es que proporcionará un foro en el que la gente de clase trabajadora podría discutir y debatir cómo alcanzar el final del capitalismo y desarrollar una sociedad socialista democrática.

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