Alejandra Kollontai es probablemente la mujer más conocida entre los revolucionarios rusos, la primera mujer elegida como miembro de pleno derecho del Comité Central Bolchevique y la primera comisaria (ministra) elegida después de la Revolución de Octubre de 1917.
Para seguir el camino de un revolucionario, rompió no sólo con los privilegiados aspectos de su clase, sino también con las normas y expectativas asociadas con el papel de la mujer en la sociedad capitalista. Ella nunca podría haberse contentado con ser la esposa o la madre de alguien. Como le escribió a su segundo marido, el marinero bolchevique Dybenko, al terminar su relación: “No soy una esposa para ti, porque soy una persona primero y una mujer segundo… y eso es lo que hay”.
Mientras participaba en la actividad política, incluyendo las revoluciones de 1905 y 1917, su principal preocupación era cómo involucrar a las mujeres de la clase trabajadora en la lucha por cambiar la sociedad y cómo tanto el partido revolucionario y la nueva sociedad podrían enfrentarse a su opresión específica.
Sus ideas, especialmente las relativas a las relaciones personales y a la sexualidad, han demostrado ser polémicas y han estado abiertas a la distorsión a través de los años. Pero los temas que ella persiguió en muchos de sus escritos y actividades políticas tienen una resonancia y una relevancia contemporáneas que hacen del estudio de su vida y sus ideas un ejercicio muy útil para cualquier persona que lucha por la transformación de la sociedad y por la liberación de las mujeres.
La doble opresión de la mujer
La consciencia política de Kollontai maduró gradualmente pero ella describió un viaje a una fábrica textil en 1895 como un efecto decisivo en su perspectiva de clase. La mayoría de las mujeres trabajaban entre 12 y 18 horas al día, prácticamente encarceladas, durmiendo en los dormitorios de las fábricas. Su ambiente de trabajo y de vida estaba tan contaminado que la mayoría no vivía mucho más allá de los 30 años.
Mientras ella visitaba la fábrica, el bebé de una trabajadora murió al cuidado de la joven – un hecho no inusual. Hoy en día, en el mundo neocolonial, muchas jóvenes trabajadoras, especialmente en las Zonas de Acción Económica, experimentan condiciones similares.
Sin embargo, a pesar de tener que soportar tales condiciones de trabajo opresivas, la década de 1890 vio los primeros movimientos de militancia entre las trabajadoras.
El mismo año que Kollontai visitó la fábrica textil, más de mil mujeres salieron a la huelga en una fábrica de cigarrillos en San Petersburgo. Entre sus reivindicaciones se encontraba la oposición al acaso sexual y comportamiento “grosero” de los patrones. El jefe de policía de San Petersburgo dijo que un recorte en los salarios de las mujeres podría ser compensado por “recoger algo de dinero extra en la calle”. Esta fue sólo una de las muchas huelgas de mujeres trabajadoras que tuvieron lugar en ese período.
Kollontai se involucró con el Partido Laborista Social Democrático Ruso (RSDLP – que en 1903 se dividió en dos facciones, los Mencheviques y Bolcheviques, y en 1912 se convirtieron en partidos separados). Pero no fue realmente hasta después de la revolución de 1905 que Alexandra tomó un interés activo en la campaña entre las trabajadoras.
En 1905, las mujeres constituían casi el 40% de la fuerza de trabajo en Rusia, pero en general se consideraban, incluso por los revolucionarios, “atrasadas” en términos de su conciencia industrial y política. Las mujeres, sin embargo, participaron en la ola revolucionaria de huelgas y empezaron a hacer oír su voz. Por ejemplo, 11.000 trabajadoras textiles participaron en una de las huelgas más duraderas.
En su panfleto Hacia una Historia del Movimiento de Mujeres Trabajadoras, Kollontai escribió: “A medida que la mujer trabajadora llegó a comprender poco a poco el mundo en el que vivía y la injusticia del sistema capitalista, empezó a sentirse más amargada por los sufrimientos y dificultades que las mujeres experimentan. Las voces de la clase trabajadora comenzaron a sonar incluso con más fuerza… para que las necesidades concretas de las mujeres trabajadoras fueran reconocidas”. El panfleto exigía permiso de maternidad remunerado, tiempo libre para amamantar a los bebés y guarderías en el lugar de trabajo.
La revolución de 1905 a 1907 también dio un impulso al movimiento feminista en Rusia. Las mujeres de clase media exigían sus derechos políticos junto con los nuevos partidos burgueses. Exigían el divorcio accesible, la igualdad en los derechos legales y de propiedad, y por supuesto, el derecho a voto.
Organizaciones feministas burguesas, como la Unión por la Igualdad de la Mujer, afirmaron que luchaban por los derechos de todas las mujeres independientemente de su clase y que la igualdad y las preocupaciones de las mujeres podían ser satisfechas bajo el sistema capitalista. Esto contrastaba con la posición del RSDLP, que defendía que sólo podrían llegar a la emancipación de la mujer trabajadora mediante una transformación económica y social que implicaba la abolición de la propiedad privada y el establecimiento de una sociedad socialista.
Sin embargo, las ideas feministas burguesas empezaron a tener cierto eco entre las mujeres obreras. Las feministas establecieron clubes políticos y solicitaron a las mujeres trabajadoras su voto. También crearon proyectos sociales y caritativos encaminados a mejorar la situación de las mujeres de la clase trabajadora.
Kollontai se dio cuenta en una etapa temprana de los peligros que planteaba para el marxismo la ideología feminista, que definía la emancipación de la mujer en términos de derechos legales y civiles, ignorando o minimizando los derechos sociales. Las mujeres de la clase trabajadora podrían ser ganadas potencialmente a organizaciones que parecían abordar sus preocupaciones especiales y la idea de una “hermandad” interclasista y unida que podía, superficialmente, crear cierto interés.
Este fue especialmente el caso, ya que los marxistas de la época no parecieron dar la misma consideración a las cuestiones de la mujer. Kollontai escribió: “Las mujeres trabajadoras comenzaron a percibir su condición política inferior en términos de su sexo, y todavía no eran capaces de conectar esto con la lucha general de su clase. Todavía tenían que encontrar el camino que llevaría a las mujeres proletarias a su liberación, todavía se aferraban a las faldas de las feministas burguesas. Y las feministas intentaron por todos los medios establecer contacto con las mujeres trabajadoras y tenerlas a su lado”. (Hacia una Historia del Movimiento de Mujeres Trabajadoras).
Kollontai argumentó que no era suficiente afirmar que la liberación de las mujeres se lograría a través del socialismo y que, por lo tanto, los intereses de las mujeres eran los mismos que los de los hombres. Era cierto que sólo al luchar junto a los hombres de la clase trabajadora para cambiar la sociedad, las mujeres serían verdaderamente liberadas. Sin embargo, las mujeres tenían problemas que les preocupaban específicamente por su género y por su clase –eran doblemente oprimidas.
Las mujeres trabajaban en los trabajos menos calificados, cobraban significativamente menos que los hombres, experimentaban el embarazo y el parto, y tenían la responsabilidad principal de criar a los hijos y llevar a cabo las tareas del hogar. También eran objeto de acaso sexual en los puestos de trabajo, sufrían la violencia y el abuso en el hogar, y eran discriminadas y oprimidas en la sociedad en general.
Los marxistas, argumentó Kollontai, tuvieron que abordar los problemas específicos a los que se enfrentaban las mujeres para ganarlas a las ideas del socialismo y alejarse de las falsas promesas del feminismo burgués.
Era evidente que las mujeres no se unían a las filas del movimiento marxista en números proporcionales a su participación en los puestos de trabajo. Kollontai instó al RSDLP a desarrollar propaganda específica dirigida a las mujeres de clase trabajadora y a hacer campaña por las reformas que las beneficiarían directamente. También abogó por el establecimiento de un departamento de mujeres, bajo la dirección general y el programa del partido, que podría organizar y supervisar el trabajo entre las mujeres y facilitar el reclutamiento e integración de mujeres de la clase trabajadora dentro del partido.
Kollontai explicó sus ideas, escribiendo que: “La separación de la lucha del proletariado femenino para su emancipación en una esfera especial de la lucha de clases general, independiente hasta cierto punto, no sólo no contradice los intereses de la clase obrera, sino que es de un beneficio inconmensurable para la lucha general del proletariado, como ha demostrado la práctica en los países en los que ya se ha realizado dicha separación”. Esto era algo que Kollontai defendió y promovió durante más de una década.
Ella creía que el partido tenía que ser visto para estar respondiendo a los problemas especiales de las mujeres. No podía ignorar el hecho de que la “carga triple” de trabajo, cuidado de niños y tareas domésticas de las mujeres dificultaba mucho su participación política. Las mujeres trabajadoras estaban agotadas y tenían poca energía o tiempo para dedicarse a asistir a reuniones políticas o participar en actividades políticas.
Las mujeres también estaban condicionadas por la sociedad a creer que el activismo político no era un papel para ellas. Carecían de confianza en sí mismas y en sus propias habilidades, lo que se vio agravados por las actitudes de los hombres, incluidos muchos en el movimiento obrero, que habían sido influenciados por los prejuicios de la sociedad en la que vivían.
Los marxistas tuvieron que superar estos obstáculos, argumentó Kollontai, e involucrar a las mujeres de clase obrera en el partido; y esto significaba el despliegue de medidas especiales y la organización consciente del trabajo entre las mujeres.
¿Un movimiento interclasista hacia la liberación?
Fijándose en la teoría sobre la opresión de las mujeres, el RSDLP se basó principalmente en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado de Friedrich Engels y en La mujer bajo el socialismo de August Bebel. Pero no había escritos marxistas que discutieran la estrategia que el movimiento obrero debía emplear para involucrar a las mujeres de la clase obrera en la lucha por cambiar la sociedad. El RSDLP en sí no tenía ninguna literatura dirigida específicamente a las mujeres, con la excepción de un folleto de 24 páginas La mujer trabajadora, escrito en 1900 por Krúpskaya, una de las primeras mujeres miembros del RSDLP.
En 1903, el RSDLP incorporó la igualdad de los sexos en su programa político. Sus demandas incluían diez semanas de permiso de maternidad, cuidados antes y después del parto y acceso a guarderías. Sin embargo, se realizaba poco trabajo sistemático para conectar esas reivindicaciones con las mujeres en sus lugares de trabajo.
Muchos miembros del partido no sólo eran hostiles a la idea de un departamento de mujeres, sino que se oponían a la idea de propaganda o campañas específicamente dirigidas a las mujeres trabajadoras. Muchos equipararon esas medidas del “feminismo” con el “separatismo”, ya que argumentaban que dividirían al movimiento; la lucha por transformar la sociedad tenía que ser una lucha unida entre hombres y mujeres de la clase trabajadora.
Kollontai estuvo de acuerdo en que la unidad de la clase trabajadora era esencial, pero argumentó que no podía realizarse sin abordar la opresión específica a la que se enfrentaban las mujeres. Alexandra inició una campaña vigorosa contra los que sostenían que las mujeres no necesitaban un “trato especial” y que ya se unirían automáticamente al movimiento general. También se opuso a aquellos (incluyendo a muchas mujeres miembros) que consideraban que el trabajo entre las mujeres era poco importante, secundario, un desperdicio de recursos o una distracción de la lucha de clases general.
Sólo a través de una campaña sistemática, consciente y organizada –argumentaba- la participación de las mujeres de la clase trabajadora en el partido podría coincidir con la de su participación en las fuerzas de trabajo y, por lo tanto, fortalecer la lucha por transformar la sociedad.
Hoy en día, el feminismo es un término muy amplio que abarca diversas corrientes ideológicas, y realmente no se puede hacer una comparación directa con el movimiento en Rusia a principios del siglo XX. Sin embargo, la forma de relacionarse con las organizaciones de mujeres que claman representar a las mujeres a través de las líneas de clase ha sido un tema que los socialistas y las organizaciones de trabajadores han tratado de abordar a lo largo de la historia del movimiento obrero – y sigue siendo una cuestión relevante hoy en día.
Siempre han existido y siguen existiendo problemas que afectan a las mujeres de todas las clases debido a su género. En los siglos anteriores se han incluido a falta de derechos políticos, civiles y legales. La violencia doméstica, la violación y el abuso, el acoso sexual, el sexismo y las cuestiones de derechos reproductivos son experimentados por las mujeres, independientemente de su clase, aunque su posición de clase influye en las estrategias que las mujeres pueden usar para hacer frente a estos problemas.
La opresión de género significa que siempre existe el potencial para que surjan movimientos que abarquen a mujeres de diferentes clases y diferentes ideologías. Al participar en movimientos y campañas en torno a las preocupaciones especiales de las mujeres, los marxistas pueden, al mismo que tiempo que luchan por defender y extender los derechos de la mujer bajo el sistema actual, explicar que el capitalismo es incapaz de lograr la igualdad o resolver los problemas de género concretos que las mujeres sufren.
Esto abre la posibilidad de convencer a las mujeres obreras la necesidad de involucrarse, junto con los hombres de la clase trabajadora, en una lucha más amplia para cambiar la sociedad. Aunque las mujeres de todas las clases pueden sufrir opresión por lo que al género respecta, la lucha por la liberación de la mujer es una cuestión de clase en el sentido que la opresión de las mujeres surgió con la división de la sociedad en clases y ha sido perpetuada por las diferentes formas de la sociedad de clases, incluyendo el capitalismo. Sólo eliminando esta sociedad clasista y estableciendo el socialismo puede establecerse la base para acabar con la opresión de las mujeres.
La actitud de la mayoría de marxistas en Rusia era evitar completamente las organizaciones feministas burguesas, temiendo que los miembros femeninos del partido pudieran ser “infectadas” por la ideología feminista y las ideas separatistas. Kollontai adoptó un enfoque diferente. Aunque era completamente hostil con las feministas burguesas, entendió que los marxistas no podían simplemente ignorarlas y dejar sin cuestionar su influencia sobre una parte de mujeres de la clase trabajadora.
Las tácticas que Kollontai y un grupo de mujeres a su alrededor utilizaban (actividades llevadas a cabo sin apoyo del partido) no eran precisamente sutiles: asistían a las reuniones feministas y “alborotaban” el ambiente. No es sorprendente que muchas veces se enfrentaran con hostilidad. Cuando Kollontai asistió a la primera reunión de la Unión por la Igualdad de la Mujer en abril de 1905 y se opuso a la idea de un movimiento de mujeres que pudiera hablar en nombre de todas las mujeres independientemente de su clase, fue atacada por una de ellas diciendo que el estrangulamiento era incluso demasiado bueno para lo que merecía.
Durante la revolución, se formaron espontáneamente los clubes obreros informales. En la primavera de 1906 Kollontai, junto con un pequeño grupo de mujeres de la clase obrera, hizo campaña para que los grupos se abrieran para celebrar reuniones de mujeres. Después de una visita a Alemania – donde el Partido Socialdemócrata (SPD), un partido de trabajadores de masas que luego se basó en las ideas marxistas, tenía un departamento de mujeres – Kollontai defendió la creación de una departamento de esas condiciones dentro del comité del partido de San Petersburgo. Alexandra consiguió la aprobación del partido para celebrar una reunión de mujeres para discutir diferentes cuestiones pero, como Kollontai relata en su autobiografía, antes de la primera reunión, la sala fue cerrada con una nota que decía “La reunión para mujeres se ha cancelado; mañana habrá una reunión sólo para hombres”.
Luchando contra la hostilidad, la indiferencia y hasta el prejuicio, Kollontai consiguió finalmente un acuerdo con el partido para intervenir en las reuniones feministas y llevar a cabo un trabajo legal con las mujeres. Las feministas planeaban organizar un Congreso de Todas las Mujeres Rusas en Diciembre de 1908. El lema del congreso era “El movimiento de mujeres no debe ser ni burgués ni proletario sino un movimiento para todas las mujeres”.
Kollontai emprendió una campaña para celebrar reuniones de mujeres trabajadoras para elegir delegadas al congreso donde pudieran argumentar contra las feministas burguesas y promover las necesidades y demandas de las mujeres de la clase trabajadora. Miles de personas asistieron a las reuniones, incluyendo las trabajadoras del cartón, caucho, tabaco y calzado, aunque la mayoría de las delegadas eran de las fábricas textiles.
Kollontai participó y habló en 52 reuniones en San Petersburgo entre octubre y diciembre de 1908. Muchas se reunían, debido a la gran represión del gobierno, encubiertas por el nombre de círculos de costura o discusiones sobre higiene. Kollontai escribió su libro La base social de la cuestión de la mujer para preparar políticamente a las delegadas para intervenir en el congreso, aunque desgraciadamente se publicó demasiado tarde para que desempeñara ese papel.
El congreso, que Kollontai tuvo que abandonar para evitar su arresto, marcó la desaparición del movimiento feminista en ese periodo. El movimiento colapsó por la represión del estado pero también por sus propias contradicciones internas, entre ellas la imposibilidad de conciliar los intereses de las mujeres obreras con la de las mujeres de otras clases. En un movimiento que trataba de organizar juntas, por ejemplo, a criadas y a quienes servían y fingir que esos dos bandos tenían los mismos intereses, era inevitable que la tensión y el conflicto fueran inherentes. Esta ha sido la experiencia de muchos movimientos de mujeres a lo largo de la historia.
Exilio, guerra y revolución
Debido al periodo de reacción que se produjo después de la derrota de la revolución de 1905, Kollontai se vio obligada al exilio para evitar su arresto y no volvió a Rusia hasta el comienzo de la revolución de 1917. Pasó la mayor parte de su tiempo en Alemania, donde participó en el trabajo político del SPD, en particular en las reuniones de los trabajadores. También continuó escribiendo sobre temas de preocupación para las mujeres y comenzó a desarrollar algunas de sus ideas sobre la sexualidad y las relaciones personales. Kollontai se identificaba con los mencheviques hasta 1915 cuando la actitud de los partidos – en ese entonces ya separados- en la Primera Guerra Mundial la convenció a unirse a los bolcheviques.
Un cambio importante tuvo lugar en la situación objetiva en Rusia en 1912 con la renovada actividad huelguística de muchos grupos de trabajadores. Esto incluía a mujeres que estaban muy involucradas en huelgas y manifestaciones en ese momento. La edición principal del Pravda, el periódico bolchevique, publicó una serie de artículos sobre la explotación de las mujeres en los puestos de trabajo. El número de cartas de mujeres trabajadoras al periódico estaba aumentando enormemente.
En 1913, el Comité Central Bolchevique acordó que era necesario un “esfuerzo especial” para organizar a las trabajadoras. La edición de 1913 del Pravda para el Día Internacional de la Mujer recibió tantas cartas de mujeres obreras que no se pudieron imprimir todas. Esto influyó en la decisión de comenzar la publicación de un periódico dirigido a las mujeres. El consejo de redacción incluía a Konkordia Samoilova e Inessa Armand, quienes desempeñaron un papel importante en el trabajo del partido entre las mujeres.
La primera edición del Rabotnista (que significa “mujer trabajadora”) vendió más de 12.000 ejemplares. Entre febrero y junio de 1914 se incluyeron siete publicaciones que contenían artículos generales sobre la opresión de las mujeres, informes sobre las condiciones de las fábricas y aspectos sobre el seguro de maternidad, guarderías, derechos electorales y “problemas familiares”. Otras revistas bolcheviques como Trabajadores del textil y Trabajadores del metal sacaron publicaciones especiales para el Día Internacional de la Mujer.
El estallido de la guerra en 1914 atravesó estos desarrollos, pero en 1917 las condiciones para la revolución estaban madurando una vez más. La afluencia de mujeres a la fuerza laboral durante la guerra significó que una vez más representaban el 40% de todos los trabajadores. El racionamiento del pan significaba que las mujeres debían hacer fila para conseguir comida después de trabajar 12 horas en las fábricas. Según un informe de la policía, “las madres de familias, agotadas por la interminable situación en las tiendas y desesperadas por sus hijos medio enfermos y hambrientos, hoy quizá están más cerca de la revolución [que los líderes liberales de la oposición] y, por supuesto, son mucho más peligrosas porque son material combustible y sólo es necesaria una chispa para hacer todo estallar en llamas”.
Y, de hecho, las mujeres que se manifestaron en el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo) fueron la chispa que encendió la revolución de 1917. Diez mil salieron a las calles, invitando a los trabajadores de las fábricas a unirse a ellas y exigiendo “Paz y pan” y “Abajo la autocracia”.
A medida que se desarrollaba la revolución, León Trotsky habló sobre la valentía de las mujeres frente las fuerzas del Estado: “Las mujeres se acercan a los oficiales con más audacia que los hombres. Agarrando sus rifles, asedian casi dando la orden de ‘bajar las bayonetas y uniros a nosotros” (Historia de la Revolución Rusa).
En su retorno a Rusia, Kollontai se implicó en un torbellino de reuniones y actividades políticas que la revolución había desatado. Junto a Trotsky y Zinoviev, fue una de las oradoras más populares. También fue una de las pocas bolcheviques en apoyar inicialmente Las Tesis de Abril de Lenin, en las cuales llamaba a no apoyar al gobierno provisional, ya que defendía que éste no podría lograr el pan, la paz o la tierra, y argumentaba que el poder debía recaer sobre los soviets –organizaciones democráticas de trabajadores, soldados y campesinos.
La revolución también revivió a las feministas que se manifestaron por lograr el derecho a voto y que estaban empezando a recibir el apoyo de las esposas de los soldados (soldatki), quienes estaban desesperadas y eran incapaces de alimentar a sus hijos. Kollontai jugó un papel clave en la organización de una manifestación de 15.000 soldatki que reclamaban pagos de ayuda más altos, pan y paz. Miles y miles de las trabajadoras más oprimidas empezaron a luchar por sus derechos. Las criadas y las trabajadoras de restaurantes, por ejemplo, formaron sus propios sindicatos y escogieron delegadas para los soviets.
Kollontai participó diariamente en el apoyo de una huelga donde 4.000 lavanderas llenaron las calles de San Petersburgo. Se esperaba que trabajaran 14 horas al día por salarios de miseria y en horribles condiciones laborales. El Pravda informó sobre la huelga, apeló a la financiación y publicó una lista de nombres de las mujeres que habían participado en la lucha. Finalmente, las huelguistas consiguieron una victoria parcial y Kollontai escribió en el Pravda que las mujeres ya no podían ser descritas nunca más como la “sección atrasada e inconsciente” de la clase trabajadora.
En la Conferencia Bolchevique en abril de 1917, Kollontai defendió que el Partido necesitaba un trabajo más sistemático entre las mujeres y una vez más hizo un llamado a la creación de estructuras especiales dentro del Partido para organizar todo esto. En muchas zonas ya se estaban creando grupos extraoficialmente. En vez de ello, el Partido decidió revivir Rabotnista para usar el periódico como una forma de organización entre las mujeres de la clase trabajadora. La primera edición agotó de manera inmediata los 40.000 ejemplares diarios y se organizaron “concentraciones rabotnistas” en todo el país. Estas concentraciones fueron clave para convencer a las mujeres de la clase obrera que debían apoyar a los bolcheviques en la revolución que había establecido un Gobierno Obrero en octubre de ese mismo año.
El nuevo Gobierno Soviético se dedicó a la enorme tarea de construir una nueva sociedad. Kollontai hizo grandes aportaciones y contribuciones en todo ese proceso en el periodo inmediatamente posterior a la Revolución, particularmente con la participación de las mujeres de la clase trabajadora en esa tarea y tratando de satisfacer sus necesidades, no sólo como mujeres sino también como trabajadoras.
La promesa de la Revolución
La autobiografía de Kollontai deja entrever las enormes dificultades que enfrentó el nuevo Gobierno Obrero para iniciar las tareas de la construcción de la nueva sociedad en un país económicamente atrasado y devastado por la guerra.
A finales de Octubre de 1917 Kollontai fue elegida Comisaria del Pueblo de Bienestar Social. Lo que era el “bienestar social” no estaba muy claro al principio; parecía ser una especie de servicios sociales que ayudarían a los sin techo, víctimas de la guerra, ancianos, niños etc. Inmediatamente su Comisariado fue sitiado por gente desesperada que exigía soluciones inmediatas a sus terribles problemas. De alguna manera, se esperaba que Kollontai pudiera solucionar toda esta situación, teniendo que hacer frente, además, a no tener una financiación adecuada para el trabajo de su departamento y al sabotaje activo y la obstrucción de los ex empleados zaristas.
Kollontai también participó en la elaboración de leyes y decretos gubernamentales destinados a mejorar la situación de la mujer. Se les concedió plena igualdad civil, legal y electoral. Se estableció el principio de a igual trabajo igual salario, y se aprobó la legislación para proteger a las mujeres en los lugares de trabajo, incluyendo la exención de empleos que perjudicaran a la salud y los que no respetaran el límite de horas y turnos de trabajo.
El Gobierno Soviético también aprobó la Ley de Matrimonio en diciembre de 1917, que reemplazó el matrimonio por la iglesia por el civil, el llamado “matrimonio registrado”. El divorció se volvió accesible, y las mujeres podían elegir qué apellido querían mantener. Además, el concepto legal de “ilegitimidad” fue abolido.
El gobierno soviético también introdujo una ley del matrimonio en diciembre de 1917, que reemplazó el matrimonio de la iglesia con civil, el matrimonio registrado. El divorcio se hizo más fácil, las mujeres podían elegir qué apellido querían usar, y el concepto legal de ilegitimidad fue abolido.
Kollontai se preocupó particularmente por la cuestión de la maternidad y la protección de las madres trabajadoras. Las condiciones en las fábricas eran tan atroces que era muy frecuente que las mujeres embarazas trabajaran hasta el día del parto –algunas de ellas dando a luz en la suelo de la fábrica- y luego regresaran al trabajo casi de inmediato porque no podrían permitirse el lujo de tomarse días libres.
En los nueve años que estuvo en el exilio en Europa antes de la Revolución de 1917, Kollontai llevó a cabo una amplia encuesta sobre el seguro de maternidad en los países europeos con la que redactó un libro de 600 páginas titulado Sociedad y Maternidad. Alejandra argumentó que tanto el parto como la educación y crianza de los hijos no deberían verse como única carga individual para las mujeres ya que es una función social que beneficia a la sociedad en su conjunto y por lo tanto, debería ser financiada por la sociedad en su global.
Sus ideas influyeron en la política social soviética. El Gobierno introdujo 16 semanas de permiso de maternidad remuneradas. Las madres lactantes no podían trabajar más de cuatro días a la semana, debían tener tiempo libre regulado para dar el pecho, y los lugares de trabajo debían tener enfermerías. Todas las mujeres, sin importar si estaban casadas o no, serían pagadas al tomarse tiempo libre del trabajo para ayudar a compañeras o amigas con el nacimiento de sus hijos. Estos beneficios estaban muy por delante de todos los demás países europeos. Kollontai también estableció (no sin grandes dificultades) los hogares modelo de madres y bebés.
El Socialismo y la Familia
En muchos de sus escritos, Kollontai profundizó y amplió las ideas del marxismo en referencia a la opresión de la mujer, la familia y las relaciones personales. Con el capitalismo y el latifundismo derrocados en Rusia, estos aspectos ya no debían ser meramente teóricos sino que requerían de una atención concreta por parte del nuevo gobierno soviético.
Si las mujeres querían ser realmente liberadas, como Kollontai defendía, tenían que liberarse de las limitaciones de la familia como institución en la sociedad de clases. En El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Friedrich Engels señaló las primeras sociedad pre-clases que habían existido donde no había una opresión sistemática de las mujeres y donde la unidad social básica no era familia, sino el “gens” (el grupo comunal). Los arreglos sociales no fueron fijados para siempre, sino que se transformaron a medida que la base económica de la sociedad cambió, por medio de un complejo e interrelacionado proceso.
Engels argumentó que la opresión institucionalizada a las mujeres surgió con la aparición de la sociedad dividida en clases (como la esclavitud) donde la familia reemplazó al grupo comunal como la unidad social primaria. Las relaciones económicas se reflejaban dentro de la familia, donde las mujeres se convertían efectivamente en propiedad privada de los hombres. En particular, los hombres controlaban la sexualidad de las mujeres para garantizar la legitimidad de los hijos con la herencia.
El capitalismo adoptó y moldeó la institución de la familia y la opresión de la mujer para satisfacer sus necesidades económicas y sociales. La posición socialmente inferior de la mujer históricamente, por ejemplo, permitió al capitalismo justificar y obtener beneficios a la hora de pagar a las mujeres de la clase trabajadora salarios más bajos y emplearlas en peores condiciones que a los hombres.
En sus escritos, Kollontai explicó cómo los procesos económicos capitalistas habían atraído a las mujeres de la clase trabajadora en un crecimiento en las fuerzas de trabajo, disminuyendo así su dependencia económica de los hombres. Esto fue un avance positivo, aumentando la confianza entre las mujeres y la consciencia de la necesidad de luchar colectivamente. Pro Kollontai no se hacía ilusiones sobre los problemas que todavía debían enfrentar las mujeres de la clase trabajadora. “El trabajo conduce a las mujeres por el camino recto hacia su independencia económica, pero las relaciones capitalistas actuales hacen que las condiciones de trabajo sean insoportables, desastrosas para ellas; estas condiciones las sumergen en la pobreza más abismal; todos los horrores de la explotación capitalista son familiares para ellas y las obligan a conocer todos los días un sufrimiento máximo, creado por condiciones de producción que son destructivas para la salud y la vida” (La base social de la cuestión de la mujer).
Al mismo tiempo que explotan el trabajo de la mujer en los puestos de trabajo, el capitalismo sigue dependiendo del trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar. Si el cuidado de los niños pequeños y las tareas del hogar no se llevaran a cabo de forma gratuita dentro de la familia, entonces el capitalismo tendría que proporcionarlos como servicios públicos o aumentar los salarios para que pudieran ser un servicio privado – ambas cosas interferirían en los beneficios de la clase capitalista y por tanto lucharían en contra de eso. ¿Por qué –se pregunta Kollontai en El comunismo y la Familia– sólo las mujeres ricas deberían verse liberadas de la carga del trabajo doméstico como la limpieza, la cocina, el lavado y los arreglos?
Para la clase obrera y especialmente para las mujeres campesinas en Rusia, el trabajo doméstico era poco más que “esclavitud doméstica”; las mujeres deben tener tiempo para dedicarse al trabajo fuera del hogar, tiempo para las actividades de ocio y para participar en el funcionamiento de la sociedad. Sin embargo, para que eso suceda, el trabajo doméstico y el cuidado de los niños no sólo podían ser la responsabilidad individual y privada de las mujeres, sino que tenían que ser socializadas y abastecidas públicamente por el Estado.
El Programa del Partido Comunista de 1919 (tal y como los Bolcheviques lo nombraron) anunciaba “El Partido no se limita a la igualdad formal de las mujeres sino que se esfuerza por liberarlas de las cargas materiales del trabajo doméstico obsoleto reemplazándolo por casas comunales, comedores, lavanderías, etc.”. Las mujeres se involucraron a nivel local en la campaña por la creación y el funcionamiento de servicios sociales. Hacia 1920, el 90% de la población de Petrogrado comían en comedores sociales pero el número y la calidad de las instalaciones variaban enormemente en todo el país.
Kollontai reconoció que la socialización del “trabajo de las mujeres” no podía aplicarse fácilmente en una economía subdesarrollada y devastada por la guerra y la guerra civil. En 1920, la producción de productos manufacturados fue sólo un 12.9% de su nivel en 1913. Entre 1919 y 1920, siete millones y medio de rusos murieron por hambre y epidemias.
Esta situación extrema imponía serias limitaciones a la capacidad del gobierno revolucionario para proporcionar servicios públicos decentes. La comida servida en los comedores públicos era a menudo de mala calidad y a veces inexistente. A menudo, las “casa comunales” eran poco más que viviendas superpobladas, con varias familias obligadas a compartir instalaciones de cocina e inodoros.
A pesar de los intentos heroicos de superar estas limitaciones y de los esfuerzos de las propias mujeres para establecer servicios decentes, muchas mujeres, comprensiblemente, dieron la espalda a las instalaciones comunales y volvieron a su papel tradicional dentro de la familia. “La revolución ha traído los derechos de las mujeres sobre el papel, pero de hecho sólo ha hecho la vida más pesada para ellas”, escribió Kollontai en su autobiografía. Sin embargo, reconoció la importancia simbólica de las reformas que el gobierno soviético estaba introduciendo. “Fue, hacia el final, una época maravillosa. Teníamos hambre y estuvimos muchas noches sin dormir. Había muchas dificultades, desgracias y posibilidades de derrotas. El sentimiento que nos ayudó a aguantar fue todo lo que produjimos, aunque no fuera más que un decreto, sería un ejemplo histórico y ayudaría a otros a avanzar. Trabajamos no sólo para nuestro tiempo sino también por el futuro”.
Organización para la liberación
Los Bolcheviques siempre creyeron que no sería posible construir el socialismo en un país aislado y económicamente y culturalmente atrasado como Rusia. Eran internacionalistas y buscaban la revolución también en los países capitalistas avanzados para ayudarles en la lucha. Todas las reformas que aplicaron no eran sólo en interés de los trabajadores y campesinos de Rusia sino que querían dar ejemplo a la clase trabajadora a nivel internacional. “Incluso si somos vencidos”, escribió Kollontai, “hemos hecho grandes cosas, estamos abriendo el camino, aboliendo viejas ideas”.
El gobierno obrero también debía tener en cuenta la consciencia existente tanto de las mujeres como de los hombres, especialmente en el campo (que era la gran mayoría). La familia campesina todavía estaba estructurada sobre una base patriarcal, con el hombre como cabeza de familia teniendo el poder y el control sobre su esposa, incluyendo el derecho al castigo físico. Las actitudes sociales eran extremadamente atrasadas. Existía un famoso un dicho popular ruso que decía “una gallina no es un pájaro y una mujer no es una persona”.
Muchas mujeres campesinas se opusieron a la idea de centros comunitarios, aterrorizadas porque creían que el gobierno soviético quería quitarles a sus hijos. Kollontai explicó que para asentar las bases de la liberación de las mujeres no sólo de haber una transformación económica sino también una revolución cultural y psicológica. Había que emprender una campaña consciente para transformar las actitudes de los hombres y las mujeres.
Las mujeres, argumentó Kollontai, tenían que ser participantes activas en su propia liberación. En noviembre de 1918 Alejandra participó en la organización de un Congreso Nacional de Mujeres, al que asistieron 1.147 delegadas, entre ellas 100 representantes de las campesinas, superando con creces las expectativas. En el Congreso se debatió toda una serie de cuestiones que preocupaban a las mujeres, incluyendo la cuestión del lenguaje sexista, con el voto del Congreso para prohibir la palabra “baba” (podría traducirse como “las brujas campesinas”), que se usaba comúnmente como un término peyorativo.
El Congreso también votó a favor de que se crearan “comisiones” de mujeres del Partido en todos niveles para involucrar a las mujeres en el Partido y en la construcción de la nueva sociedad. Finalmente en 1919 se creó un departamento especial de mujeres –el Zhenotdel- para realizar trabajo entre éstas. Esto era una idea por la que Kollontai estuvo haciendo campaña desde 1906, aunque ella no fue la directora hasta después de la muerte de Inessa Armand en 1920.
El Zhenotdel fue establecido en plena guerra civil en Rusia. Una de sus primeras tareas, por lo tanto, fue movilizar a las mujeres para defender la revolución y sus conquistas contra las fuerzas de la reacción y la contrarevolución. Kollontai vió que, a pesar de los sufrimientos, la privación y el horror, la guerra civil ofrecía sin embargo una oportunidad enorme para que las mujeres jugaran un papel activo en la sociedad, sentando las bases de su futura emancipación.
Durante la guerra civil, las mujeres estuvieron involucradas en todos los ámbitos de la actividad política, incluyendo la batalla en primera línea con el Ejército Rojo. Kollontai defendía que al terminar la guerra, las mujeres no debían volver al aislamiento de la unidad familiar. Para ella, el Zhenotdel tenía un papel crucial que desempeñar en hacer crecer la conciencia política de las mujeres y su papel en la sociedad, así como en la representación de los intereses de la mujer dentro del partido y el gobierno.
El trabajo del Zhenotdel era extremadamente diverso cubriendo aspectos tales como el cuidado de los niños, la vivienda y la sanidad pública. Como resultado de la presión que era capaz de ejercer, el gobierno soviético en 1920 legalizó el aborto en los hospitales estatales. También participó en la lucha contra la prostitución, un problema social que había comenzado a desaparecer inmediatamente después de la Revolución de 1917, pero que estaba creciendo debido al empeoramiento de las condiciones económicas causadas por la guerra civil.
Kollontai había escrito una serie de artículos sobre este tema en 1910 mientras estaba en el exilio. La prostitución, escribió, redujo a las mujeres en “simples instrumentos de placer”. Sin embargo, se opuso a cualquier sanción legal. Las prostitutas eran víctimas de las condiciones económicas y sociales, argumentó. El Gobierno revolucionario tenía que concentrarse en ofrecer alternativas a las mujeres, animándolas a capacitarse para puestos de trabajo y desarrollar su autoestima, así como proporcionar atención médica a quienes la requerían.
El Zhenotdel utilizó varias medidas para involucrar a las mujeres en el Partido y en el funcionamiento de la sociedad. Entre ellas se encontraban conferencias de delegadas de mujeres obreras y campesinas. Las mujeres fueron destinadas a los departamentos gubernamentales y al trabajo del Partido. Algunas obtendrían trabajos permanentes mientras otras volverían a sus experiencias para elevar la conciencia de otras mujeres. Jóvenes, alfabetizadas, mujeres de la clase trabajadora que tenían entusiasmo y energía fueron empleadas como voluntarias para hacer “trabajo de extensión” con otras mujeres en el campo y partes remotas del país.
Aunque el Zhenotdel produjo publicaciones como el periódico Rabotnista (mujer trabajadora) y la revista teórica Kommunista, muchas mujeres eran analfabetas, por lo que las discusiones, exposiciones, diapositivas etc. fueron mucho más efectivas para llegar a esas mujeres, especialmente a las campesinas. Agit-trenes, agit-barcos incluso agit-tiendas fueron usados para extender las ideas. [Los agit-trenes eran locomotoras decoradas con coches auxiliares especiales equipados para los propósitos de propaganda (llevaban a bordo una imprenta, oficinas de denuncias del Gobierno Soviético, panfletos…) que viajaban por Rusia, Siberia y Ucrania en el intento del Gobierno de inculcar los valores y el programa revolucionario a un campesinado disperso y aislado.]
Había problemas particulares para llegar a mujeres musulmanas en Asia Central. Las voluntarias fueron atacadas por hombres con perros salvajes y agua hirviendo y algunas fueron golpeadas hasta la muerte. Las trabajadoras del Zhenotdel tuvieron que adaptarse a esa peligrosa situación reuniéndose secretamente en termas.
El Zhenotdel se encontró con muchos obstáculos. Las mujeres estaban agotadas, cargadas de responsabilidades laborales y familiares, y a menudo ignoraban las iniciativas del Zhenotdel. Los departamentos de mujeres estaban desesperadamente sin personal en todos los niveles y todavía tenían que lidiar con los prejuicios y la hostilidad de los miembros del partido, especialmente en las regiones. Como consecuencia, se debilitó el enlace con otros departamentos, lo que planteó el peligro del separatismo y socavó la eficiencia.
Sin embargo, gran parte del trabajo del Zhenotdel fue extremadamente eficaz en la participación de las mujeres, elevando su consciencia y asegurando que sus preocupaciones fueran abordadas por el Partido y el Gobierno.
Una revolución en la psique humana
Económica y culturalmente, la Rusia de después de la revolución era un país extremadamente subdesarrollado. Una campaña consciente para cambiar las actitudes e involucrar a las mujeres en el funcionamiento de la sociedad sería necesaria en el periodo de transición después de una revolución social en un país capitalista avanzado. Los prejuicios, el sexismo y la discriminación están profundamente arraigados en la sociedad de clases. Tanto hombres como mujeres traían a la nueva sociedad actitudes sociales que habían sido moldeadas por el capitalismo. Por consiguiente, habría que emprender una lucha ideológica y cultural para transformar actitudes e ideas.
En varios de sus escritos, Kollontai exploró la conexión entre el cambio social y las relaciones personales. Una de las consignas del movimiento de liberación de las mujeres en la década de 1970 fue el “lo personal es político”. Pero esta era una idea que Kollontai ya estaba enfrentando a principios del siglo XX.
Alejandra reconoció cómo las relaciones personales más íntimas son modeladas por estructuras económicas y sociales. La desigualdad social se refleja en las relaciones sexuales. Las mujeres fueron socializadas bajo el capitalismo para hacerlas creer que su identidad dependía de su papel como esposa y madre. Las “normas” de la sociedad capitalista exigían que las mujeres fueran sumisas y subordinadas. Éstas eran ideas que las mujeres internalizaban a lo largo de sus vidas. Los hombres, por otra parte, estaban condicionados a creer que su papel era dominar y controlar las relaciones personales.
Estas actitudes a su vez impactaron en las relaciones sexuales. Kollontai se basó en sus propias experiencias para desarrollar sus ideas. “Una y otra vez el hombre siempre intenta imponer su ego sobre nosotras y hacernos adaptar plenamente a su propósito”, escribió en su autobiografía. En cada relación que tuvo, Alejandra luchó para mantener su propia individualidad e independencia y esto se refleja en sus escritos, incluyendo sus novelas.
Era importante –argumentó- que los hombres estuvieran interesados en las mujeres como iguales intelectuales y no sólo como objetos sexuales. “Un hombre sólo vería en mí el elemento femenino, tratándolo de moldear en un tablero de sonar en plena disposición a su ego”. Kollontai también criticó el doble estándar que la sociedad imponía a los hombres y a las mujeres con respecto a las relaciones personales y sexuales. Alejandra tuvo una experiencia personal como esta con el marinero bolchevique Dybenko, que era 17 años más joven que ella y de una clase social diferente – provocando un escándalo menor incluso dentro de los círculos revolucionarios.
Al igual que Engels, Kollontai no trató de ser prescriptiva sobre la forma en que las relaciones personales serían en la nueva sociedad. Engels personalmente pareció favorecer la monogamia heterosexual, pero en El origen de la familia dejó abierta la forma en que la familia tomaría forma bajo el socialismo. “Esto se resolverá después de que una nueva generación haya crecido, una generación de hombres que nunca hayan tenido la ocasión de comprar la rendición de una mujer con dinero o con cualquier otro medio de poder social; y una raza de mujeres que nunca se hayan visto obligadas a rendirse a ningún hombre por ninguna consideración distinta a la del amor verdadero; o a abstenerse de darse a sus amantes por temor a las consecuencias económicas. Una vez que estas personas aparezcan, no les importara en absoluto lo que hoy pensamos que deberían hacer. Ellos establecerán su propia práctica y su propia opinión pública… y esta es la finalidad última”.
Los detractores de Kollontai la acusaron de abogar por la promiscuidad sin restricciones. De hecho, ella criticó las fugaces y superficiales y a veces brutales relaciones que las que muchos recurrieron durante la dislocación y los peligros del periodo de la guerra civil. Alejandra sostenía que una “nueva moralidad” surgiría del proceso de construcción de la nueva sociedad; las relaciones no serían necesariamente monógamas o duraderas. Los hombres y las mujeres (no hizo referencia a las relaciones del mismo sexo) permanecerían juntos mientras el amor durara y se separarían cuando se terminara. Como las mujeres no serían económicamente dependientes de los hombres y los niños serían responsabilidad de la sociedad en su conjunto, no se darían las mismas complicaciones que suceden bajo el capitalismo cuando las relaciones se rompen.
La gente tendría libre elección en las relaciones sexuales basadas en la atracción sexual mutua. Kollontai escribió sobre el “amor erótico” al que erra se refirió como “Eros alado” –amor no posesivo basado en la compatibilidad emocional, la cercanía espiritual, la igualdad y el respeto; un amor liberado de las limitaciones de la sociedad burguesa.
Cambiar las relaciones de propiedad sentaría las bases para que las relaciones libres se desarrollaran, pero tendrían que ir acompañadas de una “revolución en la psique humana”. “Sin una reeducación fundamental de nuestra psique los problemas de los sexos no serán resueltos”.
Las profundas raíces de la opresión
Kollontai no estaba defendiendo que los hombres y las mujeres simplemente debían esperar a la nueva sociedad. “Cuando uno habla de la moralidad sexual y de la clase obrera, a menudo te puedes encontrar con un argumento superficial que dice que “no hay lugar para esto hasta que la base económica se haya transformado”. Como si la ideología de clase fuera construida justo después del cambio en las relaciones sociales y económicas”, escribió. El surgimiento de una nueva moral sería un proceso social complejo que podría llevar generaciones. Pero la base para su desarrollo ya estaba siendo extendida dentro del capitalismo y los cambios estaban teniendo lugar en la unidad familiar.
Esto se puede ver hoy en día en los países capitalistas más desarrollados, donde las relaciones personales y la posición subordinada de la mujer en la familia y en la sociedad han cambiado sin duda alguna. Sin embargo, sigue siendo cierto que la mayoría de las mujeres, incluso las que tienen puestos de trabajo a tiempo completo, tienen la principal responsabilidad en el cuidado de los niños, lo que impone restricciones y cargas tanto a su vida personal como laboral.
A pesar del aumento de la independencia económica de las mujeres, los avances en el control de la natalidad, el desarrollo histórico del Estado del bienestar y el acceso a un divorcio más fácil; la naturaleza desigual, explotadora y jerárquica del capitalismo se refleja todavía en las relaciones personales. El hecho de que una de cada cuatro mujeres todavía sufra violencia doméstica en algún momento de sus vidas, que el sexismo y la opresión cultural de las mujeres siga siendo frecuente en forma de pornografía y su denigrante representación en la publicidad, etc, nos muestra cómo de profundas son las raíces de la opresión hacia la mujer y cómo, a pesar de los avances que se han hecho, las mujeres no pueden ser verdaderamente liberadas en ningún aspecto de sus vidas bajo el capitalismo.
Las ideas de Kollontai sobre las relaciones familiares y personales obtuvieron cierto eco entre una capa de la juventud en el periodo post-revolucionario. Muchos experimentaron con formas nuevas y alternativas de relaciones. Pero en una situación de catástrofe económica, un bloqueo armado y una guerra civil en la que estaba en juego la propia supervivencia de la nueva sociedad, sus ideas parecían periféricas a la tarea central de reconstruir un país devastado por la guerra.
Kollontai podía ser criticada por no conectar suficientemente sus teorías sobre las relaciones sexuales y personales con las discusiones sobre cuestiones políticas y teóricas más amplias en la sociedad soviética. En esos debates más amplios, Kollontai tampoco tuvo en cuenta las condiciones económicas y sociales existentes. Este fue el caso en 1922 cuando apoyó a la Oposición Obrera en su demanda de transferir la gestión económica a los sindicatos. Bajo una economía socialista desarrollada, esta sería una demanda correcta, pero en la realidad concreta de la economía soviética atrasada, dislocada y aislada habría significado el desastre.
Una combinación de atraso económico y el fracaso de los movimientos revolucionarios para derrocar el capitalismo en los países capitalistas avanzados condujo a una degeneración de la nueva sociedad y al surgimiento de una élite burocrática bajo Stalin. Kollontai escapó de las horribles purgas y excesos de los años 30 al “mantener la cabeza baja” como diplomática de la Unión Soviética en el extranjero. Ella mantuvo su silencio mientras sus camaradas eran asesinados y muchos de los logros que las mujeres habían conseguido en el periodo post-revolucionario fueron revertidos por el régimen estalinista para defender los propios intereses de la burocracia.
Exactamente lo que estaba pensando o experimentando en ese momento es desconocido, aunque sus biógrafos señalan una sensación de impotencia por su parte; la sensación de que no se podría hacer nada para combatir a la burocracia; una desmoralización y una falta de confianza en la capacidad de la Oposición de Izquierdas reunidos alrededor de Trostky para detener la contrarevolución política que estaba teniendo lugar.
El régimen estalinista distorsionó muchas de las ideas de Kollontai que estaban en conflicto con el objetivo de la burocracia de suprimir el pensamiento crítico y reforzar y moldear la unidad familiar individual para mantener la disciplina y la estabilidad y para satisfacer sus necesidades económicas y sociales.
Alejandra Kollontai murió de vejez en 1952, habiéndose acomodado al régimen estalinista. Sin embargo, su capitulación ante el estalinismo no disminuye en modo alguno la importancia de sus ideas sobre la opresión de las mujeres y las luchas que llevó a cabo para involucrar a las mujeres de la clase trabajadora en la lucha por transformar la sociedad. Todos aquellos que hoy en día estamos luchando por poner fin a la opresión de la mujer todavía tenemos mucho que aprender con el estudio de los escritos y las actividades de Kollontai.
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