La supuesta escasez de dinero esgrimida por los gobiernos para justificar sus políticas de austeridad y negarse a incrementar los salarios, representa uno de los mayores fraudes de la política económica oficial. En realidad, la recesión de 2008 fue respondida con un tsunami de liquidez que inundó la economía mundial: sólo entre la Reserva Federal estadounidense (RF) y el Banco Central Europeo (BCE) se destinaron 4 billones de dólares de los recursos públicos a compra de bonos, deuda estatal y activos financieros privados.
A pocos meses del décimo aniversario del gran crack, el balance de estas recetas es más que sombrío. La economía real, la que determina las condiciones de vida de las familias trabajadoras, no ha alcanzado los niveles previos a la crisis, pero la inyección de liquidez que no encuentra realización en ésta esfera se orienta una vez más hacia la especulación, hinchando una nueva burbuja que amenaza con explotar.
Una recuperación inexistente para la mayoría
La mayoría de las instituciones económicas internacionales proyectan un incremento del 3,5% en el PIB mundial para este año que ya acaba, algo que evidentemente no dice demasiado respecto de la marcha real de la economía. Otros indicadores señalan por el contrario, que las perspectivas de una recuperación sólida están en cuestión, y que los desequilibrios que han provocado las recetas de los últimos años amenazan con desencadenar una nueva recaída.
La política monetaria expansiva ha dejado sobre las finanzas de los Estados una losa muy pesada: la deuda pública mundial alcanzó en los primeros nueve meses de 2016, la cifra record de 60 billones de dólares. La deuda mundial total, financiera y no financiera, la que han contraído los gobiernos, empresas, y las familias, llegó en esa misma fecha a los 217 billones de dólares, un 327% del PIB mundial. Y no se trata de países periféricos, sino del corazón, el cerebro y los pulmones del capitalismo mundial. En EEUU el endeudamiento público, supera el 100% del PIB, mientras en la zona euro llega al 90%. En China, según Reuters, supera dos veces y media su PIB, y en Japón equivale a la riqueza producida durante un año multiplicado por dos. No es difícil pronosticar que este asunto será una vez más utilizado como coartada para prolongar los recortes del gasto social.
Si hablamos del empleo, a pesar de los grandes titulares, la situación no es buena. Los organismos estadounidenses presumen de un desempleo inferior al 5%, pero la realidad es que la tasa de población que trabaja en la actualidad, un 62,9%, sigue por debajo del 66% que lo hacía en 2007. En Europa, nos informan de que el paro será en 2017 el más bajo desde 2009. Sin embargo, el número de parados de la UE superará en más de dos millones los que se contabilizaban antes de la crisis, hasta alcanzar la cifra de 19 millones. Todo ello sin olvidar que el empleo que se ha creado en estos años es orgánicamente precario y mucho peor remunerado: trabajamos más, en peores condiciones y por menos dinero. Por otro lado, 117,5 millones de los 502 millones de ciudadanos de la UE estaban en riesgo de pobreza o exclusión social en 2016, en EEUU la cifra superaba los 45 millones. En el capitalismo del siglo XXI, tener trabajo no te salva de este riesgo.
Y es que algo sigue fallando en la economía productiva. A pesar de la ingente cantidad de dinero puesta en circulación, la inversión en los sectores industriales que producen riqueza tangible sigue rezagada. En 2007, la formación bruta de capital fijo en la UE representaba el 22,62% PIB, mientras en 2016 sólo alcanzaba el 19,59%, tres puntos menos; en EEUU era de un 22,11% en 2007 y de un 19,82% en 2015. En el caso del Estado español el descenso es pavoroso: de un 31,04% en 2007 pasa a un 19,9% en 2016. Todos los datos son del Banco Mundial.
Una burbuja amenazadora
Es evidente que toda esa masa de dinero no se ha destinado a la inversión productiva ni a mejorar las condiciones de vida de la población. Pero para una minoría, los monopolios y la banca, la recuperación es sencillamente espectacular. Los grandes capitalistas han hecho suculentos negocios utilizando este dinero para especular con la deuda soberana de los países y en los mercados de valores, como atestigua que en 2009 el parqué neoyorquino se situara en los 6.500 puntos y en la actualidad supere los 22.000.
Una nueva burbuja especulativa, con rasgos muy similares a la que estalló en 2007/2008, se está fraguando. ¿Dónde invierten estos capitalistas su excedente? Su campo favorito son las llamadas TIC, compañías tecnológicas de la información y la comunicación. El índice Standard & Poor’s 500 (Standard & Poor’s 500 Index) que agrupa a las 500 empresas más importantes de EEUU y se lo considera el más representativo del mercado, ha crecido cerca de un 270% desde sus mínimos en 2009, lo que supone un aumento de capitalización de 3,5 billones de dólares. El grueso de éste incremento está concentrado en las cinco grandes compañías tecnológicas: Apple, Alphabet/Google, Amazon, Facebook y Microsoft, que además el pasado septiembre superaron la barrera de tres billones de capitalización conjunta, según Google Finance.
Las cinco grandes han desplazado en el ranking a gigantes de la energía como Exxon Mobile, bancos como el Citigroup o los supermercados Walmart. Hay una auténtica bacanal de beneficios vinculados a las TIC, como subraya el ejemplo reciente del fundador de Amazon, Jeff Bezos, convertido en el nuevo hombre más rico del mundo gracias a las ventas del pasado Black Friday (una fortuna personal de 100.000 millones de dólares).
Las tendencias especulativas son evidentes cuando una empresa como Apple, con 110.000 empleados, recibe mayor inversión y triplica los beneficios de otra como Walmart, multinacional que ostenta dos grandes títulos: el de mayor empleadora privada del mundo, con 2.300.000 trabajadores, y la que también vende más al por menor.
La lógica capitalista
Cuando se trata de obtener beneficios, la memoria de los capitalistas se asemeja a la del personaje Dory de Buscando a Nemo, es sorprendentemente corta. En 1999 ya se produjo un pinchazo de la burbuja tecnológica. Fue tan profunda, que tres años después el Nasdaq (que recoge los 100 valores de las compañías más importantes del sector de la industria) había perdido el 78% de su valor, o lo que es lo mismo, 5 billones de dólares. Más recientemente, durante el verano de 2015, la desconexión entre la economía real y la especulativa, provocó que las principales plazas de la bolsa china perdieran en semanas un tercio de su valor, superior a los 4 billones de dólares.
Ahora hay dos grandes preguntas sobre acerca del futuro de la economía mundial. Por un lado, qué pasará si se retiran los estímulos monetarios de la RF y el BCE, que son la base de toda esta orgía bursátil y el crecimiento desmesurado de los beneficios de las TIC. Y, la segunda, ¿cuánto tardarán en estallar o contraerse las burbujas especulativas? Por nuestra parte, como marxistas añadimos un factor más a la ecuación: ¿cómo reaccionará la clase obrera si tras diez años de austeridad el capitalismo recae en la crisis y los gobiernos pretenden dar una nueva vuelta de tuerca a la austeridad?
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