La burbuja robótica. Las nuevas tecnologías preparan una nueva crisis

(CC/Wikicommons)

En sus últimas previsiones el FMI plantea un crecimiento estable de la economía mundial. Sí hay algunos riesgos, señala el FMI, especialmente los de carácter político, pero la crisis se ha superado y en el horizonte se abre un nuevo período prometedor. Sí sólo atiendes a los aspectos superficiales esa imagen podría parecer acorde con la realidad. En junio Janet Yellen, presidenta de la Fed, dijo en Londres que no habrá una nueva crisis financiera en “lo que nos queda de vida”. Teniendo en cuenta que tiene 71 años, dicha posibilidad podría ser correcta.

Pero el pronóstico de la Pacific Investment Management Company (Pimco) es más realista. Calcula que la probabilidad de una recesión en los próximos cinco años es de aproximadamente un 70%. No sólo es que la reciente recuperación se basa en una montaña de nuevas deudas, sino que además vemos como se inflan nuevas burbujas. Burbujas que pueden —y ocurrirá— estallar y desencadenar una nueva caída en una situación económica volátil.

¿Una nueva revolución industrial?

Nuevas tecnologías, robótica, automatización, Industria 4.0, “el Internet de las cosas”, computación informática y otros términos son utilizados para señalar lo que se describe como una nueva revolución industrial. Después de la máquina de vapor, el fordismo y los ordenadores, se habla de una cuarta revolución industrial. Algo que, según tratan de hacernos creer los propagandistas del capitalismo, nos llevará a una nueva era donde la humanidad vivirá pacíficamente liberándose del trabajo más duro, sucio y agotador.

Es verdad que los smartphones, los ordenadores e incluso los robots están en todas partes y cada vez tienen más influencia en nuestras vidas. En 2010 se utilizaban en todo el mundo un millón de robots, en 2019 se espera que este número se triplique. En 2020 se espera que haya 21.000 millones de dispositivos conectados a Internet. Pero bajo el marco del capitalismo este desarrollo no sólo es limitado, sino que incluso eleva a un nuevo nivel las contradicciones. La inversión en producción es cada vez menos rentable fruto de la situación en la que está el capitalismo, invirtiéndose el exceso de capital acumulado en otras áreas donde se esperan conseguir beneficios más elevados. Pero debido al caos del mercado esto no lo hacen solo unos pocos sino muchos, creándose así una nueva burbuja.

La rentabilidad del capital se está contrayendo, tal y como los como marxistas analizan al señalar la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Una manera de superar esta situación es aumentar la explotación del trabajo. El sindicalista alemán Welf Schröter habla de la “Industria 4.0”, un termino creado por el gobierno alemán “simplemente con carácter propagandístico”. Se hace competir a los seres humanos con robots, presionándoles así para abaratar sus salarios. La visión de los robots tomando el poder no se corresponde con la realidad, pero los spyware y los sistemas robóticos de combate demuestran los peligros de estos desarrollos, y que haya empresas que implantan chips bajo la piel de sus empleados demuestra de qué se trata realmente, de subordinar a las personas al ritmo de las máquinas. Sin embargo esto se hace en interés y bajo el mandato de determinados seres humanos, una parte muy pequeña pero que es una élite millonaria, la clase dominante.

La otra cara de esta situación es la carrera de fondo de cara a vender en un mercado limitado. Los capitalistas europeos y norteamericanos están asustados ante el hecho de perder más terreno, especialmente ante China. Ésta economía aún en crecimiento ya no sólo copia la tecnología y las marcas de Occidente, sino que ya lleva adelante innovación propia e incluso se ha puesto a la cabeza en algunos sectores. En el terreno de la energía renovable China se ha convertido en el líder mundial, y en otras áreas puede seguir el mismo camino. Por eso la estrategia en Occidente es utilizar tecnología más moderna de cara a producir más barato y poder permanecer en el mercado. El Director de SAP, Luka Mucic, anunció que las empresas de EEUU, Europa y Asia se están “preparando”. Se trata de una guerra económica, a la que pueden seguir enfrentamientos militares posiblemente en forma de guerras entre terceros países.

Mientras la austeridad se propaga en terrenos importantes para la clase trabajadora, como la sanidad y la educación, en el campo de las nuevas tecnologías los capitalistas exigen ayudas públicas y dinero del Estado. Para apoyar a sus propios capitalistas, los gobiernos trasvasan dinero público de los servicios sociales para inversiones en  estas nuevas tecnologías. La propaganda del “nuevo rico hecho a sí mismo” escribe un nuevo capítulo, reivindicando que sólo necesitas un ordenador, acceso a Internet y una idea brillante para hacerte millonario. Esto se ha utilizado para poner más presión sobre los parados, haciéndoles creer que es su responsabilidad mantenerse en el desempleo por no ser capaces de aprovechar las oportunidades. Así se han creado una miríada de nuevas pequeñas empresas que viven de auto-explotarse, y donde las pocas que triunfan a menudo son compradas por grandes multinacionales, que se ahorran mucho dinero al no tener que dedicar recursos a investigación, pudiendo comprar muy baratos los exitosos resultados de dichas startups financiadas por el estado y basadas en su auto-explotación.

La tendencia global a que se produzcan fusiones y absorciones empresariales se ve impulsada por lo que está sucediendo en el terreno de las nuevas tecnologías. Las fusiones están cerca de su tasa más alta, con un volumen de 2,4 billones de dólares, y los acuerdos tecnológicos representan aproximadamente el 30% de estas transacciones, tal y como demuestra un estudio del Boston Consulting Group (BCG). Muchas de estas adquisiciones de empresas tecnológicas se están realizando por bancos, lo que incrementa los ya estrechos lazos que existen entre el sector financiero y la economía “real”, un vínculo que garantiza una cosa, que el colapso en un sector terminará afectando al otro. En el capitalismo moderno no existe una “crisis financiera” pura, ya que siempre tendrá efectos importantes en el conjunto de la economía.

Una nueva burbuja

Hace treinta años, el 19 de octubre de 1987, el Dow Jones perdió en un día el 22,6% de su valor. Los mercados “corrigieron” unos activos bursátiles sobrevalorados  y los pequeños inversores, incluidos muchos trabajadores que esperaban beneficiarse de una parte del pastel, se vieron perjudicados. Hoy se debate acerca de un posible nuevo crack.

Los expertos señalan especialmente que tanto los “5 Grandes” (Apple, Amazon, Facebook, Alphabet/Google y Microsoft) como los FANG & Friends (Facebook, Amazon, Netflix, Alphabet/Boogle, Apple, eBay, Microsoft, Priceline, Salesforce…) están sobrevalorados, señalando que se ha generado una “euforia irracional” (David Einhorn de Greenlight Capital) y estableciendo paralelismos con la burbuja del año 2000.

Una señal de la dinámica cada vez más especulativa es el desarrollo de criptomonedas como el bitcoin. Dicha “moneda” se creó artificialmente hace diez años y no sólo es una manera rentable de lavar dinero, sino que también se ha convertido en un mercado para obtener rápidamente ganancias. Cada vez más fondos de alto riesgo invierten en este “juego” y con la entrada del mercado “de apuestas” de futuros se agrava la dinámica especulativa. Los bitcoin crecen de un precio record a otro. Cuando se creó, 10.000 bitcoins tenían el valor de dos pizzas. En diciembre de 2017, un bitcoin se vendía por más de 20.000 dólares. Es similar a un esquema piramidal donde si estas desde el principio y saltas del barco a tiempo puedes llegar a hacer una fortuna, la filosofía con la que muchos pretenden hacer beneficios. Actualmente existen más de 900 monedas virtuales. A principios de 2017 estas monedas virtuales estaban valoradas en 17.500 millones de dólares pero en septiembre habían alcanzado ya los 100.000 millones de dólares. Es así como se forma una burbuja.

El 9 de junio de 2017 los mercados de valores vivieron cierto nerviosismo después de que los tories obtuvieran un mal resultado en las elecciones británicas, cayendo las acciones de las empresas tecnológicas y desapareciendo de los balances en unas horas 100 millones de dólares. En noviembre las Bolsas sufrieron nuevos episodios de nerviosismo, aunque en estas ocasiones los mercados pudieron recuperarse rápidamente. A pesar de todo, los cimientos de la economía mundial siguen siendo muy precarios. La recuperación actual está financiada mediante el dinero público y el crecimiento de la deuda. Las nuevas tecnologías no resuelven las contradicciones capitalistas, sólo las empujan a un nivel superior. En su carrera para ganar más competitividad las empresas invierten en nuevas tecnologías para reducir los costes de producción, y de esta manera reducen el único factor en el proceso de producción que no sólo reproduce su propio valor sino que también es capaz de producir más valor: el trabajo humano. En los años ochenta, Japón era el modelo de una economía basada en las nuevas tecnologías. Todos los productos novedosos e innovadores eran “Made in Japan”, pero eso no pudo evitar que la economía japonesa cayera en una recesión profunda de la que no se ha recuperado 25 años después. Al margen de toda la propaganda sobre un nuevo boom, los cimientos de la economía mundial tienen pies de barro. La cuestión  no es si habrá una nueva recesión sino cuándo se producirá.

El socialismo es “democracia obrera más robótica”.

En 1920 Lenin dijo que el “comunismo es el gobierno soviético más la electrificación del país”. Este es sólo uno de los muchos ejemplos de cómo socialistas y comunistas queremos utilizar todas las posibilidades tecnológicas en beneficio de la humanidad.

Bajo el capitalismo sólo se destina dinero a investigación en aquellos campos que son rentables y sólo se invierte en nuevas tecnologías si prometen ganancias. La paradoja es que bajo el capitalismo, la tecnología que se puede utilizar para reducir el trabajo humano y liberarnos de los trabajos peligrosos, sucios y desagradables, se utiliza contra la clase trabajadora. Los trabajadores son enviados al paro en vez de de reducirse las horas de trabajo recibiendo el mismo salario. Si la economía estuviera dirigida bajo el control y la gestión democrática de la clase trabajadora, dichas nuevas tecnologías podrían ser utilizadas en beneficio de todos. Los robots de limpieza podrían ser parte integrante de todas las viviendas reduciendo el trabajo en el hogar al mínimo, lo que sería un importante paso para la liberación de la mujer.

No existe nada “revolucionario” en las distintas variantes de nuevas tecnologías, ya que al final del día descansan sobre el viejo modo de producción capitalista que necesita del trabajo humano para generar beneficios. Los robots no cambian la explotación del hombre por el hombre, y no pueden resolver las contradicciones del capitalismo, siendo por tanto incapaces de ofrecer una salida para superar las crisis regulares e inevitables que sufre el capitalismo. Pero las nuevas tecnologías sí pueden servir para revolucionar nuestras vidas si son utilizadas en una sociedad donde el caos y los horrores del capitalismo han sido sustituidos por una economía socialista gestionada democráticamente.

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