Una alternativa de izquierdas para los trabajadores y la juventud
2018 es un año de gran trascendencia para México. Las elecciones del 1 de julio abren la posibilidad de que, por primera vez en la historia, gobierne un partido considerado por las masas como una alternativa de izquierdas. Tras años de enorme sufrimiento, millones de trabajadores y jóvenes se vuelven a ilusionar con la posibilidad de un gran cambio.
La oligarquía mexicana es consciente de que se ha inaugurado una nueva coyuntura política. Y, a pesar de los mensajes tranquilizadores que López Obrador ha dirigido a los grandes poderes económicos, los capitalistas y los imperialistas están muy preocupados. Personajes como Carlos Slim ven mucho más allá de los discursos conciliadores y los llamados a la colaboración con los empresarios que hace el candidato de Morena. Miran hacia abajo, a la base de la sociedad, y ven la rebelión contra los gasolinazos y al magisterio oponiéndose a las contrarreformas educativas; saben de nuestra indignación ante el terrible ambiente de represión y del sentimiento de rebelión que nos levanta a las mujeres; observan la rabia que se acumula entre los trabajadores y los campesinos.
Que AMLO, en el momento de escribir este artículo, supere en más de 20 puntos al siguiente candidato, no es su único problema. Además, los partidos que tradicionalmente han garantizado la estabilidad del régimen, atraviesan momentos críticos. Están desesperados por conseguir que Ricardo Anaya —un gran capitalista que dirige 17 consorcios y encabeza la coalición Por México al Frente integrada, entre otros, por el PAN y el PRD—, pueda convertirse en un candidato con posibilidades de victoria. Por su parte, el PRD está pagando un justo precio por su escandaloso giro a la derecha.
La estrecha relación entre economía y política
Y, precisamente, esto se produce cuando los auténticos dueños de la economía nacional, necesitan más que nunca un gobierno encabezado por individuos como Fox, Calderón, Peña Nieto o Anaya. Sobre un capitalismo mexicano estancado y asfixiado por los efectos de la crisis global de 2008 que golpea a todos los países sin excepción, caen también las amenazas del imperialismo estadounidense a través de la renegociación del Tratado de Libre Comercio. Donald Trump, ese monstruo racista, misógino y ultraderechista, que persigue y amenaza a nuestros hermanos y hermanas emigrados, a puesto en marcha una agresiva agenda basada en el nacionalismo económico y, entre sus objetivos está incrementar la ya de por sí brutal explotación de nuestro pueblo.
Todas las falsas promesas del PAN y el PRI acerca de reformas estructurales e inversiones que nos traerían crecimiento y empleos han quedado al desnudo. Es más, aunque el gobierno plantea que los salarios subieron durante el 2017 un 4,4%, lo cierto es que la caída de poder de compra supera el 2,3%, dada la inflación que fue del 6.7%. La canasta básica no deja de subir, y cada vez es más difícil llegar a fin de quincena.
Los efectos de la crisis están siendo demoledores para la mayoría de la población. El gobierno de Peña Nieto nos ha arrebatado conquistas históricas a través de la reforma laboral, la privatización de sectores estratégicos como el petróleo o la electricidad, y los recortes sangrantes en los sistemas de salud y educación. La inflación, que alcanzó su cota más alta de los últimos 17 años, está provocando un aumento dramático de la pobreza. La desigualdad y la desesperación, consecuencia directa de sus políticas antiobreras, alimentan un clima de violencia insoportable que inunda nuestros barrios y pueblos. La juventud siente que no hay futuro bajo esta sociedad. Sin olvidar ni por un instante, el terror físico y sicológico al que nos vemos condenadas las mujeres todos los días y en todas partes, contando por muchos miles las violaciones, las palizas y los asesinatos.
Tenemos fuerza para echarlos
Pero, todas estas penalidades son solo una cara de la realidad social en México. También hay otra. En el último período se han desarrollado movilizaciones extraordinarias contra los gasolinazos, contra del narcotráfico mediante la organización de grupos de autodefensa en distintos pueblos del país, por los derechos de los pueblos indígenas, en contra de los proyectos de muerte y en defensa del agua, paros en las maquilas del norte y de maestros de educación básica (CNTE). Teniendo siempre presente la heroica batalla que están dando las madres y padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos.
Actualmente se reaviva también la lucha contra la construcción del aeropuerto en Texcoco encabezada por los compañeros de Atenco y se producen numerosas huelgas en la industria por mejoras salariales y la conformación de sindicatos independientes de la CTM.
Toda esta necesaria y magnífica respuesta en las calles la hemos levantado los trabajadores y los jóvenes desde abajo. Las grandes organizaciones de la izquierda, que deberían haber estado al frente de la rebelión unificando a todos los sectores en lucha contra el gobierno del PRI, han mirado hacia otro lado. Los sindicatos independientes que se dicen democráticos, como la Unión Nacional de Trabajadores y, también es necesario decirlo, la dirección de Morena, han estado ausentes en estas batallas. Quiéranlo o no, con su pasividad han ayudado a la implementación de estas políticas criminales.
Críticas en Morena
Todo ello ha generado una ambiente de crítica entre un sector cada vez más amplio de las bases de Morena. Muchos activistas piensan que no es correcto que AMLO y la mayoría de los dirigentes del partido no impulsaran la lucha social. Y, también, que es un gravísimo error el reclutamiento de personajes que provienen del PRI y el PAN. A lo que hay que sumar la alianza con el Partido Encuentro Social, una organización abiertamente de derecha que se ha manifestado en contra del derecho al aborto y de los matrimonios entre personas del mismo sexo. No se puede luchar por los derechos de los oprimidos yendo de la mano de los opresores.
AMLO insiste una y otra vez en que pactará con los grandes monopolios y las empresas, para garantizar la estabilidad del sistema. Pero, la idea de que es posible un capitalismo “con rostro humano”, en el que empresarios, especuladores y oligarcas acepten repartir sus beneficios y reducir la explotación del pueblo trabajador ha fracasado. La experiencia de varios gobiernos en Latinoamérica —Bolivia, Brasil, Venezuela, Ecuador, Argentina…— y en Europa —como Syriza en Grecia— nos ha enseñado mucho. Hemos visto a dirigentes de la izquierda llegar a la presidencia gracias al voto masivo de los humildes con la promesa de defender su derecho al trabajo, a la educación, a la atención médica, a una vivienda digna… Sin embargo, una vez que se han instalado en el gobierno, los graves problemas de las masas no se han resuelto y la lógica inhumana del sistema ha seguido funcionando.
Por ello, desde Izquierda Revolucionaria señalamos que votar no basta. Para enfrentar la crisis del capitalismo mexicano hace falta un programa de clase y socialista, y apoyarse en la fuerza de los trabajadores y la juventud.
Preparados para un fraude
Además, conociendo las tendencias antidemocráticas y autoritarias del aparato del Estado mexicano, tenemos que estar alerta ante la eventualidad de un fraude. Sin ir muy lejos, tenemos el robo de las elecciones de 1988 y 2006, momentos en que la oligarquía mexicana demostró una vez más en que consiste su democracia: los ricos y poderosos siempre ganan, por las buenas o por las malas.
Se trata de algo a lo que nos tienen acostumbrados en el conjunto de Latinoamérica. Así lo prueban las recientes elecciones en Honduras, cuando se realizó un apagón tras el cual los resultados contabilizados cambiaron descaradamente para favorecer al candidato de la derecha.
Tanto en el caso hondureño como en el propio México, los fraudes provocaron la indignación y movilización de miles y miles de personas durante varios meses. Y, a su vez, subrayaron que, junto al coraje y la fuerza, el movimiento necesitaba más organización y una alternativa contundente que nos permita llevar la lucha hasta el final.
Por eso, los activistas necesitamos construir organismos de base democráticos integrados por toda la izquierda que lucha, por todos los compañeros y compañeras del magisterio, de las poblaciones, de las empresas y fábricas, de las autodefensas campesinas, de los estudiantes de las prepas y la universidad, de las mujeres que desafían al patriarcado… En definitiva, un frente unido y coordinado de todos aquellos y aquellas que presentan batalla contra la injusticia social y la represión. Estos comités o coordinadoras abrirían un espacio para debatir y decidir sobre este y otros muchos asuntos relevantes. Tendríamos una instancia capaz de reaccionar inmediatamente en contra del fraude lanzado un programa de acción.
Hay que empezar a organizarse cuanto antes y elaborar un plan que contemple el cierre de fábricas, la toma de carreteras y las manifestaciones en las calles, etc. Si los capitalistas y los imperialistas intentan robar estas elecciones, hay que responder con una huelga general capaz de paralizar todo del país. Sería una gran demostración de fuerza, porque dejaríamos bien claro que si no trabajamos nada se mueve: ni el transporte, ni la educación, ni la industria, ni los comercios… Sin el permiso de la clase obrera la sociedad no funciona.
Con o sin fraude, la lucha es el único camino
Otra posibilidad es que la oligarquía, temerosa de la respuesta popular que pueda provocar un fraude, decida no arriesgarse y permita la formación de un gobierno de Morena. Se trataría de un acontecimiento extraordinario, millones celebraríamos en las calles la derrota del PRI, del PAN y de todos los representantes políticos de la derecha que han convertido la vida del pueblo en una pesadilla.
Sin embargo, esta victoria se vería rápidamente amenazada. El chantaje de la reacción no sólo se mantendría, sino que sería incluso más fuerte. La contradicción a la que estamos asistiendo durante la campaña electoral entre la presión por la izquierda desde abajo y la presión de la derecha para garantizar los beneficios de los capitalistas, daría un salto de gigante.
El gobierno del Partido de los Trabajadores en Brasil ha sido un buen ejemplo del carácter irreconciliable que ha alcanzado el conflicto entre las clases. Dirigentes como Lula y Dilma Rousseff, que llegaron al poder gracias a sus promesas de mejoras para los sectores más pobres, finalmente no fueron capaces de resistir los dictados del gran capital y del imperialismo. Si bien es cierto que durante la etapa de crecimiento económico aplicaron algunas reformas, también es verdad que mantuvieron intactos los intereses de los empresarios y que, cuando estalló la crisis, empezaron a aplicar las contrarreformas que exigían los grandes millonarios.
Sea como sea, la burguesía no se queda nunca con los brazos cruzados y, si en algún momento encuentra resistencia a sus planes, pone en marcha boicots comerciales, destituciones presidenciales, etc… En México no será diferente. Si AMLO llega a la presidencia, todos esos empresarios en los que confía y a los que invita a participar en su proyecto, le responderán lo mismo que sus homólogos capitalistas en el resto de América Latina, Europa y del mundo entero: tienes una sola opción, aplicar una política económica en nuestro beneficio, lo único que puedes elegir es hacerlo de forma voluntaria o a empujones.
Solo el pueblo salva al pueblo
Ese es el motivo por el que desde Izquierda Revolucionaria (IR) hemos manifestado nuestra crítica a los vínculos de AMLO con un sector de los empresarios y al programa de Morena. Ninguna aritmética electoral modificará el plan de la burguesía mexicana y el imperialismo de volver a la carga con más ataques. Consideramos que es un error despertar ilusiones en que los capitalistas renunciarán a sus privilegios de forma voluntaria. Por el contrario, a la clase obrera y la juventud nunca nadie nos ha regalado nada, todos y cada uno de nuestros derechos, desde los más importantes a los más pequeños, los hemos arrancado con la lucha y la organización.
Un cambio de gobierno será un primer paso, pero no será suficiente para acabar con la explotación y la falta de democracia. El régimen mexicano no sólo es corrupto y cruel, tiene además una larga tradición de recurrir a la represión más salvaje cuando se siente amenazado. Este año se cumple el 50 Aniversario de la rebelión social que desembocó en la matanza de Tlateloco. Esta misma oligarquía que ya hizo fraudes masivos, que tiene las manos manchadas con la sangre de muchos activistas, no se resignará a que estas elecciones hagan realidad una nueva política en beneficio de la mayoría que cuestione sus beneficios y su control sobre la sociedad.
Los revolucionarios de IR defendemos que la auténtica democracia no puede existir si no va acompañada de justicia social y de igualdad. Pero una sociedad así —socialista y democrática— no caerá del cielo, será el producto de la organización y de la lucha. Por eso, levantamos la bandera de la transformación social y confiamos sólo en las fuerzas de los oprimidos.
Únete y lucha por:
– Derogación de todas las reformas estructurales: energética, educativa, hacendaria, etc. Renacionalización de todos los servicios públicos privatizados.
– Reestablecimiento de contratos colectivos de trabajo.
– Readmisión en sus puestos de trabajo a todos los profesores cesados por luchar contra la reforma educativa.
– Derecho a la Seguridad Social, digna, gratuita y universal.
– Salario mínimo de 16 mil pesos mensuales para cubrir la canasta básica.
– Nacionalización de la banca y los sectores estratégicos de la economía para garantizar el bienestar de la mayoría.
– Por el derecho a la expresión libre de la diversidad sexual.
– Por un programa de guarderías y comedores comunitarios a disposición de madres estudiantes y trabajadoras.
– Por el 10% del PIB a la Educación, Ciencia y Cultura.
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