El lunes, 27 de noviembre, varios cientos de manifestantes rodearon la entrada del edificio municipal en Cochabamba en lo que se transformó en un duro enfrentamiento con matones derechistas y la policía de Cochabamba.
En la tarde, la plaza principal de Cochabamba y todas las calles rodeadas se llenaron de gas mientras policía profusamente armada entró para dispersar la manifestación por la fuerza.
El lunes, 27 de noviembre, varios cientos de manifestantes rodearon la entrada del edificio municipal en Cochabamba en lo que se transformó en un duro enfrentamiento con matones derechistas y la policía de Cochabamba. En la tarde, la plaza principal de Cochabamba y todas las calles rodeadas se llenaron de gas mientras policía profusamente armada entró para dispersar la manifestación por la fuerza.
La manifestación fue organizada en contra de las reuniones entre los cinco prefectos derechistas (los que rompieron relaciones con el gobierno de Evo Morales) y los ‘comites cívicos’ que representan a los terratenientes de las élites bolivianas. El tema de las reuniones: como luchar contra los cambios planificados por el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) de Bolivia y las formas de votación para la Asamblea Constituyente (Vea “La Política Boliviana Se Calienta Otra Vez”, el 27 de noviembre, 2006).
Al principio, la protesta se caracterizó por pequeñas peleas entre matones derechistas (los que la prensa local describe con aire despreocupado como “el grupo de choque” de la prefectura) y los manifestantes. Esta situación no duró por mucho tiempo porque los instigadores entraron a las reuniones justo cuando un grupo grande de campesinos organizados se unió con la manifestación.
En las siguientes horas, los manifestantes se reunieron en frente del edificio municipal, frente a frente con la policía (que había formado un medio círculo para proteger la entrada), determinados a no permitir la salida de los prefectos y los comités cívicos. Petardos, canticos sin parar, y lecturas en contra de los líderes de la oposición y sus policías traicioneras llenaron el aire. También fueron lanzados incontables huevos y frutas dirigidos contra los miembros de los comités cívicos y los medios (que apoyan a la oposición derechista abiertamente) mientras estaban parados atrás del escudo protector de la policía. Cada vez que los miembros de los comités cívicos fueron bastante descarados para intentar de salir del área protegido, fueron ahuyentados hacia atrás por la gente, algunos con palos.
La situación se intensificó cuando vehículos armados llegaron para proveer de refuerzos. Mientras algunos de las guardias empezaron a montar sus armas, los manifestantes se retiraron un poco y unos cuantos comenzaron a golpear los adoquines del piso de la plaza con cualquiera herramienta que pudieron encontrar, tratando de romperlos para tener algo para defenderse.
En pocos minutos, la policía empezó a tirar sus proyectiles con gas dentro de la plaza principal y los vehículos armados circularon por las calles disparando con sus cañones de agua. Mientras la gente corría – para evitar la sensación de ardor en sus ojos y pulmones – la policía se adelantó, eventualmente acordonando la plaza completa. Después de haber sido empujada hacia atrás, la gente se reunió en las cuadras alrededor de la plaza.
Después de media hora más o menos, la autoridad empujó a la gente aun más atrás. Otra vez, la policía tiró hacia dentro de la multitud, llenando las calles con gas, y dispersando a la gente.
Eventualmente, unos grupos de gente regresaron a la plaza, pero para entonces y los comités cívicos ya se habían marchado y los únicos que se quedaron fueron unos conjuntos de policía y un grupo de miembros inconscientes de la prensa, asumiendo unas poses para fotos tontos mientras algunos de nosotros mirábamos con incredulidad su indiferencia infantil a la lucha que justo había tenido lugar.
La policía pudo obligar, por esta vez, a retirarse a los manifestantes, pero no se ha logrado ninguna solución y las tensiones siguen aumentando. Después de sus reuniones, las representantes de los comités cívicos derechistas emitieron un ultimátum al gobierno federal de Evo Morales para que reconsiderara su posición frente a las modificaciones a la ley INRA (reforma agraria) y las formas de votar en la Asamblea Constituyente, o en caso contrario enfrentarse con un paro nacional de 24 horas y la expansión de la huelga de hambre que ahora están realizando un grupo pequeño de asambleístas, entre otras acciones.
Los prefectos difundieron las mismas demandas pero no especificaron cuales serían las consecuencias de no cumplirlas, diciendo solamente que serían serias. Los prefectos también insistieron que Morales abandonara sus planes de dar al Congreso el poder de fiscalizar del uso de fondos departamentales de los prefectos.
Mientras la derecha difundió sus ultimátum, el número de indígenas en la marcha de Santa Cruz a La Paz (851 Km.) para exigir la aprobación de las modificaciones a la ley INRA creció a mas que 4,000 y la Asamblea Constituyente controlado por el MAS ratificó el voto para permitir que cada artículo de la nueva constitución pueda ser escrito y aprobado por mayoría absoluta, aunque la versión final todavía requerirá el apoyo de dos tercios de las asambleístas.
El gobierno de Morales ha hecho grandes esfuerzas para alcanzar un compromiso con la oposición derechista, pero todos sus intentos han fracasado completamente. Asimismo, es difícil ver como Morales podrá convencer a los movimientos sociales para suavizar aún mas las reformas que ya fueron el resultados de demandas moderadas y promesas de cambios más grandes en el futuro.
Si ningún lado se vuelve atrás, puede que Morales sea forzado a hacer algo que hasta ahora ha rehusado hacer: escoger un lado. Si escoge el lado de los movimientos sociales, se verá obligado a enfrentarse a las élites bolivianas y las transnacionales, las que todavía controlan la economía boliviana y no vacilarán en recurrir al sabotaje económico, o algo peor, si piensan que sus intereses están siendo amenazados. Ya, la policía nacional boliviana está investigando informes en el periódico español, El Confidencial Digital de Madrid, España, que recientemente publicó el titular, “Terratenientes bolivianos contactan con consultoras de seguridad españoles para contratar mercenarios y dar un golpe de Estado contra Evo Morales” (Los Tiempos, 11/24/2006).
Si Morales escoge el lado de las élites bolivianas, se enfrentará a la ira de los movimientos sociales y sindicatos y arriesgará ser derrocado por un movimiento de las masas igual como les sucedió a los presidentes Gonzalo Sanchez de Lozada y Carlos Mesa antes de él. Ya algunos sectores de los movimientos sociales han comenzado acciones independientes: la manifestación indigena de Santa Cruz a La Paz siguió pese a las objeciones iniciales de Morales y el lunes, 27 de Noviembre, comunidades campesinas de dos municipios en el departamento sureño de Potosí tomaron cuatro minas por la fuerza “con el argumento de que son dueños de las tierras y los recursos renovables y no renovables” (Los Tiempos, 28/11/2006).
Pero los movimientos sociales y los sindicatos no deben esperar para una decisión demasiado tarde de Morales. La clase capitalista en Bolivia se está preparando abiertamente para una “dura batalla”. Los movimientos sociales y sindicatos tienen que responder a estas agresiones organizándose en comités democráticos de defensa en un nivel local, regional, y nacional para que puedan superar los ataques, económicos y/o militares, que definitivamente vendrán. También, sería un paso importante para poner las bases para la toma y control democrático de los latifundios, minas, y fabricas bolivianas que son esenciales si Bolivia va a crear verdaderamente el ‘movimiento al socialismo’, que Morales pretende dirigir.
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