Historia: El marxismo y la Segunda Guerra Mundial

Hace setenta años, las grandes potencias sumieron a la humanidad en el horror de la guerra mundial.

Y no puedo evitar preguntarme ahora Willie McBride

No todos los que yacen aquí saben por qué murieron?

¿Creyeron de verdad cuando les dijeron la causa?

¿Creyeron de verdad que esta guerra pondría el fin a las guerras?

Pero el sufrimiento, el dolor, la gloria, la vergüenza –

El asesinato, la muerte – todo fue en vano.

Para Willie McBride, todo ocurrió otra vez

Y otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez.

© Eric Bogle

La letra de la canción popular de Eric Bogle es inquietante, No Man's Land (conocida también como Los verdes campos de Francia, o Willie McBride), creada en el marco de un joven soldado imaginario muerto en la primera guerra mundial, es hoy tan relevante con ocasión del 70 ª aniversario del comienzo de la segunda guerra mundial que se celebra el 1 de septiembre. La guerra fue así "una y otra vez", con sus incontables víctimas, y seguirá haciéndolo mientras el capitalismo continúe. De hecho, el número total de víctimas de la Segunda Guerra Mundial, empequeñeció, incluso la carnicería de la primera. Las estimaciones del número total de víctimas de la guerra sugieren que alrededor de 60 millones de personas murieron, 20 millones de soldados y 40 millones de civiles.

Muchos civiles murieron de enfermedad, hambre, por masacres, los bombardeos y el genocidio deliberado. La ahora desaparecida "Unión Soviética" perdió alrededor de 27 millones, algo menos de la mitad de todas las víctimas de la guerra. El 85 % de los muertos eran del lado de los “aliados” (en su mayoría soviéticos y chinos) y el 15 % fueron del lado del 'eje' de la Alemania nazi, la Italia fascista y Japón. Una estimación sitúa el número de civiles que murieron en campos de concentración nazis a 12 millones, mientras que 1,5 millones murieron a causa de los bombardeos. Siete millones de personas murieron en Europa por otras causas y 7,5 millones de chinos murieron bajo el yugo del brutal imperialismo japonés.

El horror de la guerra mundial dejó su huella indeleble en las generaciones que lo vivieron. Esto fue subrayado por el reciente funeral de Harry Patch, el último veterano británico sobreviviente de las trincheras de la primera guerra mundial, que falleció en julio a la edad de 111 años. Significativamente, el heroico Harry se planteo en sus últimos años contra la guerra. Este humilde fontanero de profesión, insistió en que dos soldados de cada uno de los ejércitos de Bélgica, Francia y, significativamente, de Alemania, actuaran como portadores de su ataúd. Esto sirve para subrayar la actitud de aquellos que pasaron por el barro y la suciedad de la primera guerra mundial y, sin embargo rechazaron el estrecho nacionalismo y chovinismo contra los hombres y mujeres del "otro lado", que fueron arrastrados a una guerra contra sus intereses, con muchos pagando el precio final. Incluso en los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial, en una encuesta de Gallup dos tercios de las personas entrevistadas diferenciaban entre el pueblo alemán y los nazis, en la cuestión de la responsabilidad de la guerra.

La primera guerra mundial se suponía iba a ser la "guerra para acabar con todas las guerras" y, por otra parte, fue marcada como una "guerra por la democracia". De hecho, no sólo se limitaron los derechos a voto para los hombres en la mayoría de los países implicados, en particular en la Rusia zarista, sin derecho a voto para las mujeres en las elecciones nacionales en cualquiera de los países beligerantes hasta después de la guerra, y ningún derecho democrático para las masas en la las “posesiones” coloniales de las potencias europeas. En realidad, se trataba de una lucha por la nueva división de los mercados mundiales, las fuentes de materias primas, etc., entre diferentes bandas de bandoleros con los "vencedores" – Gran Bretaña, Francia y los EE.UU. – imponiendo una vengativa y asfixiante paz en Alemania, establecida por el Tratado de Versalles de 1919, que, a su vez, sentó las bases para una guerra 20 años después.

En realidad, no hay inevitabilidad en la historia para las guerras y el sufrimiento, si la clase obrera, enfrentada con la oportunidad, interviene en el momento para cambiar su curso. Esto era perfectamente posible tras la primera guerra mundial con la revolución rusa, iniciando una ola revolucionaria en toda Europa: en Alemania, Hungría y Checoslovaquia, y con un gran eco en Gran Bretaña e incluso los EE.UU. Sin embargo, trágicamente, las mismas organizaciones de la clase obrera que se habían preparado antes de la primera guerra mundial para ayudar a cambiar la sociedad se convirtieron, a la hora decisiva, en un baluarte para el capitalismo. Los dirigentes socialdemócratas acudieron al rescate del capitalismo, apoyaron a su "propio lado" en la guerra, ayudando a suprimir las revoluciones, especialmente en Alemania entre 1917 y 1923. Una exitosa revolución alemana, sin duda, habría iniciado una ola revolucionaria que habría transformado a Europa y el mundo.

Las raíces de la guerra

Asustado por la experiencia de la revolución alemana, el capitalismo de EE.UU., en particular, intervino a través del Plan Dawes para financiar a Alemania y Europa en la década de 1920. Pero esto no resolvió la contradicción fundamental del capitalismo y el imperialismo que había llevado a la primera guerra mundial. Las raíces de esta radicaba en el desarrollo colosal de las fuerzas productivas – la organización del trabajo, la ciencia y la técnica – que había superado tanto la propiedad privada por un puñado de capitalistas monopolistas y la existencia de Estados nacionales. Vladimir Lenin había declarado "el capitalismo significa la guerra", y si la Primera Guerra Mundial no terminó con un exitoso cambio socialista, sería seguida por una segunda y una tercera.

Sin embargo, la semi-estabilización de Alemania después del fracaso de la revolución de 1923 parecía contradecir este y otros análisis marxistas de la situación. La industria alemana ciertamente se desarrolló económicamente, pero aún estaba cercada por el Tratado de Versalles y, en particular por su falta de colonias y mercados para sus productos. Estos fueron arrinconados por los poderes coloniales mayores, sobre todo por el imperialismo británico y francés – en particular las 'semi-colonias' de Europa oriental – y cada vez más por el nuevo gigante en el bloque, el imperialismo de EE.UU. El inicio de la crisis mundial de 1929 encontró al capitalismo alemán con el poder económico suficiente para prácticamente abastecer al mundo, aún a pesar de estar impedido de hacerlo por la dominación de sus rivales imperialistas. Esto condujo a una aguda crisis de revolución y contrarrevolución que, como sabemos, llevo – debido a la negativa cobarde de los líderes de la socialdemocracia y el partido comunista para cerrarle el paso – a la victoria de Adolf Hitler y los nazis en marzo de 1933.

Casi de inmediato, León Trotsky, resumiendo la posición del marxismo, pronosticó que a menos que Hitler fuera detenido de inmediato, esto desataría inevitablemente un resurgimiento del imperialismo alemán en un intento de apoderarse de colonias y de materias primas que, a su vez, culminaría en una nueva guerra mundial. Tan grandes eran los peligros para el movimiento de los trabajadores, no sólo en Alemania sino en todo el mundo, que Trotsky postuló la idea de que un estado obrero debía movilizar sus fuerzas militares e incluso amenazar de intervención a Alemania.

Sin embargo, el estado obrero de Rusia había degenerado, de la democracia obrera de Lenin y Trotsky a la dictadura de Joseph Stalin y la burocracia sobre la que descansaba. Desde una política de promoción de la lucha por el socialismo mundial, Stalin había subido al poder con el lema de "socialismo en un solo país", que personifica el abandono de los objetivos originales de la revolución rusa por la usurpación de la elite burocrática que crecientemente dominaban el Estado y la sociedad. En lugar de hacer frente a Hitler, Stalin gravitaba entre la búsqueda de alianzas con las llamadas potencias imperialistas "democráticas" y los intentos secretos para llegar a un acuerdo con el régimen nazi en ciertas etapas también.

Los escritos de Trotsky sobre el proceso conducente a la segunda guerra mundial son invaluables para entender el carácter del capitalismo – en particular su expresión moderna a través del imperialismo – y su impulso hacia la guerra en determinadas circunstancias. Señaló que la llamada "paz" de Versalles había establecido las bases para el capitalismo alemán para llevar a cabo la tarea de "unificación nacional" de los pueblos de habla alemana, sobre la base de su programa imperialista. Esto facilitó el surgimiento de las fuerzas fascistas de Hitler, la movilización de los pequeños burgueses desesperados en lo fundamental. La demandas de Hitler para la incorporación de más de tres millones de Sudetes alemanes – que vivían dentro de las fronteras de la Checoslovaquia post-1918 – y Austria, etc., se convirtieron sólo en los primeros pasos del capitalismo alemán para desafiar frontalmente el poder del imperialismo anglo-francés, en particular en el este de Europa.

Revolución en España

Trotsky, sin embargo, sostuvo sistemáticamente que una guerra mundial se plantearía a menos que la única fuerza capaz de detener esto, la clase obrera organizada, actuara para cambiar la sociedad en una dirección revolucionaria. Por otra parte, hubo grandes oportunidades desarrolladas en España y Francia en particular, para llevar esto adelante en batallas decisivas para completar una revolución socialista democrática, que se había llevado a cabo por el levantamiento en masa contra el general Franco. Esto habría eliminado por completo la posibilidad de una nueva guerra mundial con su montaña de víctimas y sufrimiento. De hecho, España fue un ensayo general de la Segunda Guerra Mundial. Se trataba de dos de las potencias del Eje, Alemania e Italia, en el lado de Franco, probando las tácticas militares y armamento – la "guerra relámpago" de Guernica, por ejemplo – se dio a conocer a escala masiva en la segunda guerra mundial, sobre todo en el ataque de Hitler a Rusia en 1941.

Sin embargo, la revolución española entre 1931 y 1937 proporcionó no sólo una sino muchas oportunidades para que la clase obrera tomara el poder. En julio de 1936, las acciones espontáneas de la clase obrera de Cataluña desataron un movimiento en contra de Franco a través de España, que en un principio dejó cuatro quintas partes del país en manos de la clase obrera. La maquinaria del estado de los capitalistas fue reducida a cenizas y el poder real descansaba en las organizaciones de los trabajadores y sus destacamentos armados. Los capitalistas huyeron hacia el lado de Franco con solo la sombra de aquella restante en la "la España republicana".

Decisivo en descarrilar la revolución fue el papel pérfido del Partido Comunista – completamente bajo el control de la burocracia estalinista de Moscú y que reflejaba todos sus caprichos. Además, del fracaso del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista)- cuyos dirigentes como Andrés Nin y Juan Andrade que habían participado inicialmente en las filas del movimiento trotskista – para utilizar la situación revolucionaria excepcionalmente favorable para movilizar a la clase obrera y los campesinos por el poder; permitiendo, así, que esta oportunidad favorable se escapara de las manos de las masas.

Una revolución española exitosa, llegando apenas un mes después de las masivas huelgas de brazos caídos en Francia, habría iniciado una ola revolucionaria que hubiera primero sacudido y luego derrocado los regímenes fascistas de Hitler y Benito Mussolini, así como al brutal régimen burocrático estalinista en la propia Rusia. No fue casualidad que las grandes purgas estalinistas, en las que Trotsky y su hijo, León Sedov, fueron los principales acusados, tuvieron lugar bajo la sombra de la revolución española. No sólo el capitalismo sino también la élite burocrática estalinista, tenían un miedo mortal a la revolución ahora, estaban amenazados por las llamas ardientes de la revolución española. La burocracia rusa llevó a cabo un 'guerra civil unilateral' para exterminar los últimos vestigios del partido bolchevique de Lenin y la memoria de la revolución heroica de 1917. Su derrota trágica e debilito enormemente a la clase obrera y sentó las bases para la guerra más tarde.

Maniobras cínicas

Los historiadores modernos en su comentario sobre los acontecimientos previos a la Segunda Guerra Mundial intentan presentar un panorama de hostilidad constante e implacable de las 'democracias occidentales' a los regímenes de Hitler y Mussolini. Los partidos comunistas, bailando al son de Moscú, también en este período trataron de distinguir el rol más 'progresista' y las motivaciones de las 'democracias' capitalistas versus las 'potencias fascistas'. Sin embargo, cuando Stalin buscó y logró un acercamiento con Hitler, ellos hicieron hincapié en el caso contrario: que no había ninguna diferencia fundamental entre los distintos regímenes capitalistas. En realidad, bajo el carácter muy diferente de los regímenes políticos de 'fascismo' y 'democracia', el principal factor que conduce a la segunda guerra mundial, como en la primera, fue el choque entre los diferentes intereses imperialistas presentes en todos estos regímenes.

Cuando servía a sus fines y luego ellos fueron amenazados por la revolución, los capitalistas tratan de pasar de la 'democracia' a los regímenes dictatoriales con tan poca dificultad como un hombre cambia su camisa. En Checoslovaquia, por ejemplo, a raíz de la 'venta' de ese país en el acuerdo de Munich de septiembre de 1938 entre los representantes del imperialismo británico y francés (Neville Chamberlain y Édouard Daladier) por un lado, y Hitler y Mussolini, por el otro; el 'gobierno democrático' de Edvard Beneš (presidente checoslovaco) sólo entregó el poder a una dictadura militar y huyó a Londres.

En cuanto a la oposición implacable del imperialismo británico a Hitler, su representante más famoso antes del estallido de la guerra, Winston Churchill, escribió lo siguiente acerca del ascenso de Hitler al poder en la edición de 1939 de su libro, Grandes Contemporáneos: “Siempre he dicho que si Gran Bretaña fuera derrotada en la guerra, espero que encontremos un Hitler para llevarnos de regreso a nuestra legítima posición entre las naciones”. Los nazis fueron financiados y apoyados por la clase dominante británica, con el apoyo masivo de las grandes empresas británicas, siempre y cuando ellos enfrentaran el este, hacia el ataque a la Unión Soviética. Así, efectivamente, Gran Bretaña apoyó el programa de rearme de Hitler en 1935, el acuerdo naval anglo-alemán que permitió una expansión de la marina alemana que rompió los límites del Tratado de Versalles.

David Lloyd George (primer ministro británico 1916-1922), el famoso dirigente liberal, también describió a Hitler como un 'baluarte' contra el bolchevismo. Churchill, hablando en Roma en 1927, se había deshecho en elogios sobre los fascistas de Mussolini: “Si yo hubiera sido italiano, estoy seguro de que debería haber estado de todo corazón con ustedes, desde el principio hasta el final en su lucha triunfante contra los apetitos bestiales del leninismo”. En otras palabras, cuando los intereses fundamentales de los capitalistas son amenazados – la mantención y mejora de sus beneficios, mercados, etc – no importan las invocaciones previas acerca de la 'democracia', ellos intentarán recurrir a los métodos dictatoriales más brutales si todo lo demás falla. Estos fueron los factores – un choque de fondo entre los diferentes intereses imperialistas antagónicos – que condujo a la Segunda Guerra Mundial.

Tal vez el hecho de que Hitler y Mussolini acabaran por ir a la guerra contra el imperialismo británico y francés, eventualmente arrastrando a los EE.UU., contradice el argumento de arriba? El capitalismo británico primero intentó apaciguar y dar cabida a las ambiciones del imperialismo alemán, en particular con las concesiones hechas en Checoslovaquia tras el acuerdo de Munich. Pero la intervención de Hitler en Polonia fue el cruce del Rubicón para el imperialismo británico y francés, ya que amenazaban sus semi-colonias en toda Europa oriental y en el resto del mundo.

Increíblemente y vergonzosamente, mientras las fuerzas fascistas de Hitler se preparaban para aplastar a Polonia, Stalin eligió precisamente este momento para acudir en ayuda de Hitler con la firma del conocido pacto Hitler-Stalin que Trotsky había anticipado. Ocho días después, los nazis lanzaron su ataque y la segunda guerra mundial había comenzado. De esta manera, Stalin esperaba asegurar Rusia contra el ataque de las hordas nazis. Pero, de nuevo como Trotsky había predicho, este pacto sería visto como un simple trozo de papel por Hitler, que ahora era libre de establecer sus aviones y tanques contra Francia y, en última instancia, Gran Bretaña. Una vez completada esta tarea, Hitler giró hacia la Unión Soviética y sus recursos, en particular, su petróleo y cereales. Stalin había facilitado esta tarea debido a la ejecución masiva de los mejores generales de Rusia. Brillantes estrategas militares como Mijail Tukachevski, que anteriormente había anticipado las tácticas de la blitzkrieg (guerra relámpago) alemana, perecieron en las purgas.

Los intereses de la clase trabajadora

La posición que los socialistas y marxistas tienen en una guerra es de suma importancia. Se trata de una prueba de fuego. Para nosotros, la cuestión debe ser siempre planteada: ¿qué clase esta conduciendo la guerra y por que causa está siendo llevada a cabo? Frases melosas sobre la 'democracia' y 'quien comenzó la guerra' son de menor importancia desde el punto de vista de la clase obrera. Los diplomáticos de ambos lados de una guerra siempre pintan la imagen del 'enemigo', con éxito, a las masas de 'su' pueblo como el agresor. Sin embargo, la superestructura política de un régimen capitalista de un tipo u otro no puede cambiar las bases económicas reaccionarias del imperialismo, que es la principal fuerza motriz de una guerra. En este sentido, la Segunda Guerra Mundial fue primordialmente una continuación de la primera en la lucha entre potencias imperialistas rivales.

Sin embargo, la continuación no significa repetición. La existencia de regímenes fascistas – la esencia de lo que fue la extirpación completa de todos los elementos de la democracia, en particular de la democracia obrera, los sindicatos, el derecho de huelga, la libertad de reunión, etc – tuvo un efecto enorme en el panorama político, la visión hacia la guerra de los trabajadores, especialmente en los regímenes 'democráticos' de Gran Bretaña, Francia, los EE.UU., etc. No hubo entusiasmo por la segunda guerra mundial entre la masa de la clase obrera, ya que había estado en algunos países en el comienzo de la primera guerra mundial, y conocía las experiencias de la guerra. Pero la masa de la clase obrera británica, por ejemplo, vio claramente el carácter de clase anti obrero de Hitler y Mussolini y no quería un régimen fascista, en particular, no un opresor extranjero, impuesto sobre ellos, tampoco los franceses y la clase obrera europea. Por lo tanto, una vez comenzada la guerra, esto obligo al genuino marxismo a elaborar una política para la guerra.

Durante la primera guerra mundial, el pacifismo expresó la hostilidad de los trabajadores inclusive, hacia la masacre de la guerra. Por lo tanto, hubo cierta tolerancia de los objetores de conciencia. Hubo también, en algunos países, una minoría significativa y creciente de activistas obreros que se oponían a la guerra. Antes que la Segunda Guerra Mundial comenzara, había un sentimiento general de oposición a la guerra y por la 'paz'. Pero una vez que había comenzado, una política para la guerra se volvió urgente para los marxistas. Simplemente limitarse a repetir algunas de las fórmulas de Lenin de la primera guerra mundial, como algunos grupos sectarios hicieron en el momento y lo siguen haciendo hoy en circunstancias similares, fue totalmente inadecuado.

Después de 1914, Lenin había unido a las fuerzas no preparadas y dispersas de la izquierda marxista y socialista tras la debacle y colapso de la Segunda Internacional, con la llamada política de 'derrotismo revolucionario'. Esta fue una política de cuadros, la vanguardia de la vanguardia, y no una para ganar a la masa de la clase obrera. La fórmula de Karl Liebknecht de 'el principal enemigo está en casa' expresaba mejor una política para la movilización masiva de la clase obrera. Sin embargo, lo que Lenin estaba conduciendo era la necesidad – en los dientes de la capitulación chovinista y nacionalista de los líderes de la Segunda Internacional – de la adopción, en efecto, de la continuación de una política de lucha de clases durante la guerra, por parte de las organizaciones de la clase trabajadora y la preparación para la revolución socialista que saldría de la guerra.

Los socialistas y revolucionarios implacablemente se opusieron a la cuestión de la defensa de la llamada "patria capitalista". Esto era totalmente correcto. Pero no era suficiente para ganar las masas o, como Trotsky lo planteo, para "formar cuadros que a su vez debían ganar a las masas que no querían un conquistador extranjero". No fue la política de Lenin de "derrotismo revolucionario", sino la consigna de 'todo el poder a los soviets', vinculada más tarde a la idea de 'pan, paz y libertad', que fue decisiva para que los bolcheviques ganaran a la clase obrera y tomaran el poder en octubre de 1917. Por lo tanto, una vez que la segunda guerra mundial había comenzado, las fuerzas marxistas en Gran Bretaña alrededor de la Liga Internacional de los Trabajadores – de la que el Partido Socialista hoy tiene sus orígenes – formulo una clara política de lucha de clases por la situación de entonces, que tenía el objetivo de ganar a las masas. Además, esto tuvo un efecto significativo en sectores de la clase obrera durante la guerra.

Trotsky resumió el problema de una política militar marxista durante la Segunda Guerra Mundial: "Sería estúpido por partida doble presentar una posición pacifista puramente abstracta hoy en día, la sensación de las masas es que es necesario defenderse. Hay que decir, 'Roosevelt [el entonces presidente de los EE.UU.] dice, es necesario defender al país: bien, sólo que debe ser nuestro país, no el de las 60 familias y su Wall Street'. "Los trabajadores en Gran Bretaña, continuó, como en Estados Unidos "no quieren ser conquistados por Hitler y a aquellos que dicen: 'Vamos a tener un programa de paz ', los trabajadores dirán: 'Pero Hitler no quiere un programa de paz’. Por lo tanto, diremos, vamos a defender a los Estados Unidos (o Gran Bretaña) con un ejército de trabajadores, con oficiales obreros, y con un gobierno de trabajadores, etc." Por tanto, los marxistas-trotskistas irán con su clase en el ejército y, de manera hábil, aplicaran una política de desarrollo y mejoramiento allí y en la industria una política de lucha de clases y un programa.

Los capitalistas, cuando se trata de una elección entre la clase trabajadora y un opresor extranjero, siempre eligen este último, como se demostró en la Comuna de París de 1871. Entonces los cobardes capitalistas franceses recibieron el apoyo de las fuerzas alemanas de Prusia en contra de su propia clase obrera. Dado que Francia cayó en la segunda guerra mundial ante la ofensiva militar de los nazis, los capitalistas franceses rehusaron a armar a la clase obrera, como los marxistas exigieron en su momento, también precisamente, por el temor a una repetición de la Comuna de París.

La brutalidad en todos los lados

El curso militar de la guerra es bien conocido y no es necesario repetirlo aquí. La intervención del imperialismo de EE.UU. y la heroica resistencia de las masas rusas – a pesar de los crímenes de Stalin – en detener y hacer retroceder las fuerzas militares de Hitler fueron decisivas en el cambio de la marea en contra de Hitler, Mussolini y el imperialismo japonés, resultando en su derrota final. En el proceso, el mundo fue arrasado como las cifras sobre el número de víctimas indican, así como la destrucción de la riqueza y la industria.

Sin embargo, incluso ahora, la historia completa de los aspectos de la guerra no se ha dicho, 70 años después de su inicio, como el reciente libro de Anthony Beevor, el Día-D, indica. Las medidas militares brutales e insensibles no eran del dominio de Hitler y Mussolini solamente. El libro de Beevor sobre los efectos de la intervención del Día D en Normandía muestra la censura sobre las salvajes medidas militares que se desplegaron por todas las partes en una guerra de este carácter. El sostiene que los 70.000 civiles franceses muertos por los bombardeos de los aliados en los cinco primeros meses de 1944 supera el número total de muertos en Gran Bretaña por las bombas alemanas! La campaña de bombardeos que preparó la invasión del Día D fue orquestada por el 'Bombardero' Harris, más tarde responsable de arrasar la ciudad alemana de Dresden.

La guerra, de nuevo como Trotsky había indicado, produjo el inicio de una ola revolucionaria y una enorme radicalización de las masas, iniciada por la revolución italiana de 1943 y el derrocamiento de Mussolini y su reemplazo por Marshall Badoglio, mientras habían luchas de la clase obrera en el norte de Italia. La heroica clase obrera de París tomó la ciudad cuando el general De Gaulle estaba a 50 kilómetros de la capital. Él fue llevado de prisa por las fuerzas estadounidenses cuando esto ocurrió, a fin de evitar que su liberación se convirtiera en el detonante de la revolución francesa, esta vez socialista y de la clase obrera en su carácter. En Gran Bretaña, las elecciones generales de 1945, sorprendieron bastante a la mayoría de los comentaristas en ese tiempo, resulto en el desalojo de la oficina del 'vencedor' de la guerra, Churchill. Esto fue en gran parte por el rechazo masivo de los Tories y de su sociedad. Las tropas rechazaron volver a las condiciones de la década de 1930 que condujeron a la guerra. Christopher Bailey, Tim Harper, en su histórica Las guerras olvidadas: El fin del Imperio Asiático de Gran Bretaña, comentó: "Antes de la elección, Churchill se había disgustado al oír de Sir William Slim que el 90% de las tropas en el Oriente iban a votar por el Laborismo y el otro 10% no votaría”. Ellos continúan: "los partidarios del Laborismo, están francamente cansados de disentería, malaria…y pobre paga; querían ver el nuevo mundo que los profesores del ala izquierda en el cuerpo de educación del ejército les habían prometido. Además… motines entre las fuerzas británicas desde Karachi a Singapur ", tuvieron lugar.

Los trotskistas en tiempos de guerra

Los marxistas, en particular, los trotskistas, intervinieron con éxito en el proceso de radicalización de las tropas durante la guerra. Rechazando una política de deserción o de abstencionismo político, los trotskistas habían tratado de trabajar en el ejército como los "mejores soldados", como Trotsky decía. En el parlamento de los soldados en El Cairo, por ejemplo, los trotskistas trabajaron con mucho éxito, a pesar del intento de la cúpula militar para perseguirlos a principios de la guerra.

Un papel heroico también fue adoptado por los trotskistas en Europa. En Grecia, por ejemplo, bajo la bota del fascismo, el líder trotskista griego, Pontiles Pouliopoulous, que hablaba italiano, hizo un llamamiento revolucionario en su propio idioma a su pelotón de fusilamiento italiano. Un testigo italiano dijo después: "Pouliopoulous tenía la actitud de un héroe. Se dirigió a las tropas italianas como 'hermanos' y dijo, 'en el asesinato de nosotros, os matáis a vosotros mismos – ustedes están luchando contra la idea de la revolución socialista". Las tropas italianas se negaron a hacer fuego, pero el oficial fascista a cargo intervino para llevar a cabo la ejecución. En la industria en Gran Bretaña, mientras que el Partido Comunista 'en apoyo del esfuerzo de guerra' condenó y trató de reprimir las huelgas; los trotskistas defendieron las legítimas demandas de la clase obrera en el curso de la guerra, dirigiendo exitosos movimientos de los aprendices, electricistas y otros trabajadores sobre los salarios y condiciones de trabajo.

La situación se desarrolló a lo largo de las líneas previstas por Trotsky. Una oleada revolucionaria barrió desde Italia al resto de Europa y Gran Bretaña (aquí en la forma de la elección de un gobierno laborista), a la radicalización de masas de los trabajadores franceses, etc. Lamentablemente, sin embargo, las auténticas fuerzas del marxismo no fueron suficientemente fuertes como para aprovechar las oportunidades que se presentaron. Por lo tanto, el estalinismo – que fue fortalecido por la guerra a través de la extensión en el este de Europa de la economía planificada, aunque dominada por una casta burocrática, y la victoria de la revolución china – y las fuerzas del reformismo fueron capaces de traicionar a este movimiento. Esto creó las pre-condiciones políticas para el auge económico mundial que siguió entre 1950 y 1975.

Desde el final de la segunda guerra mundial, más que el futuro de paz prometida, los últimos 70 años no se han caracterizado por una nueva guerra mundial – aunque si por la llamada 'guerra fría' – pero si una serie de sangrientas guerras coloniales. Esto forzó al imperialismo a abandonar el control directo de las áreas neo-coloniales, pero, en todo caso, su dominio económico es aún mayor hoy en día, en detrimento de las masas allí. En el período reciente, por supuesto, hemos tenido la guerra en Irak, ocasionando el mayor desplazamiento de población desde 1945 y ahora el embrollo sangriento de Afganistán. En verdad, el pronóstico de Lenin de que el capitalismo significa la guerra, que es un sistema de horror sin fin, se despliega ante nuestros ojos hoy en día.

Es cierto que una nueva guerra mundial en las líneas de la primera o segunda guerras mundiales no es posible o probable, dada la correlación mundial de fuerzas. En la era de las armas nucleares, una nueva guerra no significaría sólo la barbarie, en palabras de Rosa Luxemburgo, sino la extinción de la civilización por la destrucción de las fuerzas productivas, en particular, la fuerza productiva más importante, la clase obrera. Por lo tanto, los capitalistas no se involucrarían en una guerra que garantice no sólo la destrucción de su sistema, sino de ellos, sus familias y toda la vida humana y la sociedad como la conocemos. La existencia de la democracia capitalista – en particular las organizaciones de trabajadores, sindicatos, etc – es el factor más poderoso que esta quedando en sus manos. Sin embargo, si resulta que la clase obrera no toma el poder, un nuevo dictador surgirá, por ejemplo en los EE.UU., entonces todas las apuestas estarían apagadas. Esto es improbable porque la clase obrera, en primer lugar, respondería a la crisis y avanzaría en dirección del cambio de la sociedad. Haría falta no un revés o una derrota, sino una serie de derrotas antes que el capitalismo fuera capaz de imponer un régimen reaccionario o la dictadura en la sociedad.

Por lo tanto, las lecciones de la Segunda Guerra Mundial son, que representan una página de barbarie en la historia que nunca debe repetirse. Pero esto, a su vez, sólo puede ser garantizado por la revolución socialista y la creación de un mundo socialista democrático.

Posdata:

Desde que enviamos este escrito para su publicación en Socialismo Hoy, el actual gobierno ruso, según The Guardian (22 de agosto), ha desclasificado documentos secretos de la época del pacto Hitler / Stalin hace 70 años. Evidentemente, esto se ha hecho para justificar el pacto. Un portavoz, Lev Sotskov, un representante de los servicios de inteligencia rusos, ahora trata de argumentar que Stalin "no tenía otra opción", sino que abrazar a Hitler en 1939. Esto fue, supuestamente, porque "el pacto – firmado por los ministros de Relaciones Exteriores, Vyacheslav Molotov y Joachim von Ribbentrop – compró tiempo para que el Kremlin, después de que el oeste había traicionado a Stalin". Gran Bretaña, a través del acuerdo de Munich, le entregó más de Checoslovaquia a Hitler. Pero la idea de que Stalin fue "bajado" de este acuerdo es totalmente falsa.

A partir de 1933, Leon Trotsky declaró continuamente en la prensa mundial que el objetivo fundamental de la política exterior de Stalin era el logro de un acuerdo con Hitler. Señaló que, mientras que Stalin maniobró entre los dos campos, su campaña por una alianza de las 'democracias' fue una farsa. Chamberlain intentó con todas sus fuerzas conseguir una alianza con Stalin, pero fallo debido a "los temores de Stalin a Hitler", escribió Trotsky. Y agregó: "Y no es por accidente que él le tema. El Ejército Rojo ha sido decapitado. Stalin, en aquel momento, prefería el 'statu quo' de Hitler como su aliado. Este pacto no estaba ni en los intereses de la clase obrera mundial – que escandalizó a la filas del Partido Comunista, que se enfrentaron a deserciones en una serie de países – ni fue 'comprar tiempo' o dar ventajas a Rusia en caso de guerra.

De hecho, un acuerdo comercial entre Rusia y Alemania acompañó el pacto. Esto ayudó enormemente a Alemania en su 'esfuerzo de guerra' por el suministro de materias primas vitales – de grano y aceite – a Hitler. Stalin actuó como el intendente de Hitler. Él ayudó a Hitler en su guerra con Gran Bretaña y Francia, por lo tanto, criminalmente, fortaleciendo a las fuerzas alemanas que atacaron a Rusia dos años más tarde. El propósito del pacto no era defender las conquistas de la revolución rusa, la economía planificada, sino que proteger los estrechos intereses de la camarilla del Kremlin y la burocracia que representaba, y que temían ser llamados a dar cuenta por las iracundas masas rusas en caso de guerra.

La última posición del gobierno de Rusia está en oposición a la decisión del Parlamento de la URSS en 1989 para denunciar el pacto Hitler / Stalin. El actual gobierno de Putin probablemente ha dado el paso de la ratificación ex post facto de Stalin sobre las medidas de hace 70 años, porque quiere emularlo a él en algunos aspectos. Sobre un sistema social diferente – una economía y estado capitalista – al de Stalin, sin embargo, Putin desea utilizar el nacionalismo ruso y militar, como Stalin, a fin de proteger su derecho a intervenir en las "zonas de intereses privilegiados" (presidente ruso, Medvedev), en el llamado "extranjero cercano". No es un accidente que Sotskov (general del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia) también justifica la intervención de Stalin en Estonia, Letonia y Lituania.

A pesar de la apología del régimen de Putin en la actualidad, el pacto Hitler / Stalin fue un crimen contra los intereses de la Unión Soviética y, particularmente, contra las masas, por un régimen burocrático cínico sin interés por la opinión de la clase trabajadora mundial o la lucha por un mundo socialista democrático.

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